Pasillo para locas

El sanatorio psiquiátrico tenia varias «alas»; en ellas se ubicaban los enfermos, según su gravedad, pero había un pasillo especial, reservado a las chicas jóvenes. En cuanto entraba una nueva, para ser tratada de demencia u otras enfermedades neurológicas, era llevada allí, atados pies y manos en la cama, por sólidas y fuertes correas irrompibles. Era por la noche que se juntaban allí los médicos y enfermeros para violarlas, no sin antes prepararlas para evitar un embarazo. El 24 de agosto, a Rosarito P. la ingresaron en aquel módulo y el 26 estaba muerta. ¿Cómo ocurrió? Allí todos se llamaban «andanas» y ninguno sabía nada, es más, se echaban la culpa unos a otros; que si el celador no la vigilaba; el médico de guardia aún no tenía listo su informe; la enfermera tenía su tarde a asueto… Total, que entre todos la mataron y ella sola se murió. El «marrón» que le cayó a la clínica fue de órdago, puesto que al hacerle la autopsia al cadáver de Rosarito vieron que había sido violada, sodomizada, dado una paliza e incluso en la analítica de sangre había restos de estupefacientes. Se armó la «marimorena». Tuvo que intervenir la policía judicial para investigar a fondo la cuestión. Fueron las propias enfermas las que confesaron que esas prácticas eran habituales y que algunas chicas habían muerto desangradas, mientras el personal decía que se habían fugado del recinto. Se tiró del hilo hasta que encontraron en los sótanos una nave llena de enterramientos de chicas jovencitas, llegando a la conclusión de que esas cosas venían realizándose desde hacía varios años. Ni que decir tiene que aquello fue un escándalo mayúsculo. La familia de Rosarito pidió una fuerte indemnización. El sanatorio se cerró. El personal fue procesado y metido en prisión. Aquel pasillo llegó a ser tan temible como un ogro y le denominaron… ¡Pasillo para locas!

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