El diario ABC define la austeridad como: «toda aquella condición que supone la falta de exageración»; para la religión católica es una virtud cristiana de vida y es forma y expresión del espíritu de pobreza que debe ser vivida.
La visión de los sectores políticos más conservadores asocia el concepto de protección social del sector o clase desfavorecida (la educación pública, gratuita y de calidad, la sanidad pública, gratuita y de calidad, la protección de los ciudadanos que no pueden valerse por sí mismos, así como los que ya no están en el mundo laboral por edad o porque el sistema laboral les ha expulsado, el Estado de Bienestar en definitiva) con la exageración y por ello predican y practican en las carnes de los otros la austeridad. Claro que esa renuncia a la protección social o austeridad sólo se exige para los demás pero no para ellos, que son quienes nos dirigen por ese camino.
Así que, como vemos, la austeridad es un concepto religioso pero no económico; en cualquier sistema económico no es aceptable malgastar los recursos, siendo este concepto ideológico, ya que lo que para unos es malgastar, para otros no lo es. Son los ideales políticos de una sociedad quienes dictan por dónde se deben dirigir los esfuerzos económicos en función de sus recursos y necesidades. Se confunden ambos términos intencionadamente. Es por esto por lo que la economía debe estar al servicio de las necesidades de la sociedad, del ciudadano, y no al revés.
La influencia de la religión es determinante en la situación actual, e intentaré demostrarlo a continuación. La política económica que se practica hoy en la UE, impuesta por Alemania y su canciller Angela Merkel, supedita los intereses económicos, a los intereses de los ciudadanos, de la sociedad. Esta práctica está determinada por una ideología neoliberal como base, pero está mediatizada por los preceptos religiosos luteranos de la canciller reforzado con su propia experiencia vital. Esa vivencia le hace decir, por ejemplo, que «la fe me enseñó que nadar a contracorriente puede ser lo adecuado», y esto refuerza su convicción de que los deudores no son vistos como algo propio del sistema capitalista y, que gracias a ello el sistema funciona, sino que piensa que son culpables de «deuda». En alemán, la palabra «schuld» tiene el doble significado de deuda y culpa, y esto no es una casualidad sin importancia.
The Economist publicó un artículo sobre la relación entre fe y economía donde analiza la liturgia de absolución de los pecados en la religión protestante vinculada a la economía. La religión católica otorga el perdón de forma rutinaria a cambio de una serie de rezos de penitencia, sin embargo en la fe protestante no es así. Para Angela Merkel, la redención de los pecados pasa por el sacrificio, el esfuerzo y el dolor. Nada de oraciones exculpatorias, ni bulas, ni comprar absoluciones, ni nada parecido. Para ella nada que valga la pena puede ser fácil, ni cómodo; aunque esto no es exclusivo de los luteranos.
Max Weber, en su libro «La ética protestante y el espíritu del capitalismo», describe la influencia de la moral protestante en la economía, y que hoy tiene como ejemplo paradigmático a Alemania. No es una casualidad que los países protestantes, situados en el norte de Europa, sean quienes dominen el panorama económico mundial, en detrimento de los países católicos y ortodoxos del sur de Europa.
Antonio Lora Jiménez
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