Victoria
Victoria echó un vistazo al patio de los naranjos; sus ojos recorrieron lo que antaño era un lugar precioso, con limoneros, claveles, jazmines y, en el centro, una fuente cantarina: las paredes y el suelo losados con mosaico árabe. Al fondo la parra, y, más allá de la puerta del cortijo, la higuera enana, que ofrecía sus brevas negras, dulces y jugosas al principio del verano, y el higo blanco, lechoso, chorreando su gotita de miel, por septiembre. El huerto, lleno de hortalizas y yerbas medicinales; el pozo con el brocal dorado y el cubo atado a la cuerda, pasada por la garrucha. A la derecha, el cobertizo de los mulos: junto a éste, el redil de ovejas seguido del gallinero y las conejeras. Los gallos con su cresta roja y las gallinas rhodes, de pluma rojiza, cuyos huevos eran deliciosos, con 1 ó 2 yemas amarillas y nutritivas. La pata (Luisa), con su cohorte de patitos que la seguían en fila india. La cochiquera con el portón pintado en verde y enorme cerrojo, que custodiaban a las 3 cerdas de cría (Marga, Trufa y Nina), separadas del verraco.
Sobre el alféizar de la ventana acudía cada mañana un gurripatillo (gorrión pequeño) y Victoria le daba pellas de pan o bizcocho mojado con su propia saliva. Saltaba el animalillo sobre su brazo, trepaba hasta el hombro, agitaba sus alitas y abria el pico… Aquellos días el cielo tenía un color azul límpido y el aire acariciaba con su brisa, excepto el 18/7/1936, que se tiñó de rojo sangre, haciendo exclamar a las abuelas: «¡Candilaso, mañana raso!». Pero el 18 no fue raso, sino bélico. Dentro de la casa, sus padres y hermanos desayunaban pan tostado, refregado con un diente de ajo y un generoso chorro de aceite de oliva: lo completaba un bol lleno de malta con leche condensada.
Victoria cerró los ojos, de los que cayeron una cascada de perlas de rocío. Volvió a abrirlos y ya no era la misma óptica… El patio, destrozado, las macetas rotas y sus flores marchitas; la fuente hecha añicos. No había rastro de parra ni higuera: los corrales vacíos. De su familia, dos hermanos habian «caído» y de su otro hermano, Luis, no sabían nada; el padre, herido en el hospital de Alicante…
Continuará
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