Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro
Los reyes y los políticos existen por nuestros impuestos. Los banqueros, por nuestras comisiones. Los curas, por nuestra ignorancia y nuestros miedos. El matrimonio, por nuestra mala gestión de la soledad. El sexo, por nuestras hormonas emergentes. Mercadona, por explotar rigurosamente a las mercas y a las donas. La nevera, por los imanes. Iberdrola, por manipular facturas indescifrables. Nuestros hijos, por sus móviles. Nuestros padres, por sus medicamentos. El Sol, la Luna y las estrellas, existen desde siempre.
Y ahora, una pregunta, después de todo esto: ¿en la República independiente de nuestras casas, se puede mantener tanto «sota, caballo y rey»(vamos, lo de siempre y a los de siempre) sin morir en el intento?. Aviso: tu casa solo forma parte de tu ÚNICA vida. Y tu vida bien podrá, fluir o arrastrarse. Por ejemplo, tu cocina, puede tener que ver con Gas Natural, o no, y pasarte a la cocina de leña y carbón de toda la vida (y que se joda su Consejo de Administración, Felipe González incluido). Tu matrimonio puede ser monolítico o de plastilina, para adaptarse a cada momento del día (y sacarle una sonrisa al puto lunes de hormigón). Tu sexo puede ser bicéfalo o pluridimensional (o, simplemente, de rotonda y no va más, porque lo tuyo es de asfalto y folletín). Tus hijos pueden ser escuchados o de bronca-y-tente-tieso-que-no-paras-de-enredar-con-el-móvil (tú eliges). Tus padres, no tienen solución (eso ya se sabe desde hace mucho). Y los curas, tampoco (sin comentarios, que me da la risa). Los banqueros, poco a poco, van encontrando su sitio en los locutorios de la «trena», o en cada infarto a punto de estallar. A los políticos, se les tambalea el piso cada día más y solo les quedará el Altzeimer como aliado para tanto ego suicida y chulandrón….
Y, eligiendo y tachando, solo me quedan ya las tres figuras de una baraja que huele a taras y orín. Pues bien, en mi casa, ya hace tiempo que a la primera (la Sota madre), la mandé al exilio, y, ahora, vive en su país (de origen), acomodada en la sombra de la entrada de un templo dórico. Suele escribir cartas a su memoria, mientras se toma un Martini blanco (rojo, jamás) con el móvil apagado, no sea que algún atrevido le retwuitee los chismes sobre princesas y elefantes que corren por ahí. Ella no lo permitiría jamás, y, por supuesto, hubiese obligado a abdicar al posible truhán. Pero no, no fue así, como ella piensa que en su otra vida pudo aquello suceder. Pues mejor (para ella, porque a nosotros ya nos da un poco igual, sí).
El (P)otro comodín (CABALLO bayo), de pura sangre irreal, solo le deseo que vuelva a relinchar, en su cuadra-dormitorio, cada noche, para que, como intento de fallido semental (solo da yeguas), al menos, sueñe que, en su fingida vida, estuvo un tiempo acompañado por una princesa de telediario, que bebía sidra para afinar su voz, y se arreglaba la nariz para olfatearle mejor.
Y, por último, al Rey (de copas) le deseo un delicuescente viaje al más allá (acá, ya supimos lo que dio de sí, de no y de no volverá a ocurrir), y que se conserve (el alcohol ayuda a curar todas las heridas, según mi farmaceútica de cabecera), tan lúcido (como su moto y su campechanez) para que, con varios golpes de zumba-cadera, drible, una vez más, al pueblo comatoso que siempre obvió, a sus yernos acartonaos de kitaypon y, sobre todo, a esa facilidad de palabra suya que le permitió improvisar esos folklórico-infumables mensajes con los que nos amodorraba cada navidad.
En fin. Después de todos estas días sin ellos, veo como el Sol sigue levantándose para ir al gym, la Luna sigue empolvándose la nariz de blanco espacial y las estrellas ponen puntos suspensivos a una vida nueva, en la que calló la cigarra y las hormigas de IKEA comenzaron a soñar.
Mi twit: #porfinsolos_alfinsolos@republica independientedemicasa.com
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