Que el sol no te deslumbre (I)

¿Hay alguna mujer perfecta? ¡Sí! La señorita Clotilde (Clot para los amigos). Yo, como mujer, soy incapaz de describirla, pero si me meto en la mente de un hombre, os diré… Ojos negros, como las noches sin luna, boca sensual, que cuando ríe, dan ganas de saltar sobre ella y comérsela a besos. El óvalo de la cara como esas diosas romanas o griegas de nariz recta y orejas pequeñas muy pegaditas a la cabeza, cuyos cabellos castaños, ondulados, le llegan a la cintura. Casi siempre lleva algún tocado, gorra o casquete haciendo juego con el vestuario, incluyendo bolso y zapatos. Cuerpo escultural, alta, de fina cintura y forma muy femenina en las caderas… Vuelvo a mi estado de periodista neutral para narrar esta historia. A Clot, al cumplir su mayoría de edad, el padre la puso de secretaria en su despacho y allí fue donde conoció a Álvaro (el destino hecho un sol deslumbrante). Aquel hombre elegante, de porte señorial, tocado con sombreros de panamá en verano y de fieltro en invierno, era guapo a rabiar: lo que le hacia más masculino y atractivo era su bigotillo «ala de mosca», que volvía locas a las chicas. El encuentro entre Clot y Álvaro fue como un choque de titanes; quedaron ambos profundamente enamorados el uno del otro. Así empezó una relación a hurtadillas, hasta que, poco a poco, en 3 años llegó a formalizarse de tal modo que se fijó la boda para el 12 de octubre, día del Pilar…

Continuará

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