Desde siempre en la naturaleza humana, el sentimiento del odio corrosivo, irracional, que destruye el comportamiento del sujeto que lo siente, está ahí; desde el paleolítico primigenio, el sabido «garrotazo y tente tieso» se daba para matar por diferentes causas, entre ellas, el odio hacia el semejante que no era o pensaba como tú.
En la actualidad, este sentimiento ruin, criminal, exacerbado, que ciega la conciencia racional del que lo padece, está en estado evolutivo efervescente, en todo el mundo. Propagándose como una plaga. O una lluvia que todo lo enfanga.
Los medios de información, tanto audiovisuales como escritos, nos dan toda clase de acontecimientos de toda índole en tiempo real, junto al fenómeno actual de Internet, y su comunicación a nivel planetario, imágenes incluidas, está propiciando y envenenando con los odios, las conciencias y el civismo de la convivencia humana.
El terrible asesinato premeditado y cobardemente consumado a sangre fría de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, más luego los vándalos que, valiéndose de los peligrosos medios vía Internet, han puesto, sin conciencia alguna, sus ruines comentarios sobre ella en textos con comunicados atentatorios de incitación al asesinato de más políticos, están alentando los odios en estas sociedades manipuladas donde todo vale, incluso matar.
Esto tiene a lo largo de la historia una saga interminable. Ahí está el horror hitleriano y, en la actualidad, sus vástagos nazis. Los atentados terroristas de las torres gemelas de New York y los trenes de Atocha en Madrid por islamistas musulmanes con odio a occidente, los separatismos de Yugoslavia con su guerra en los Balcanes y ahora en Ucrania. Las guerras tribales intestinas criminales desangrándose entre ellas en África, los tiroteos con muertes en los colegios norteamericanos y las peleas de odio y salvajismo soterrados entre estudiantes en nuestro país, etc., y en el hoy, el doliente, inhumano y terrible secuestro de las doscientas y pico niñas de Nigeria, sin solución hasta ahora.
Ideologías, creencias religiosas, abusos de poder, nacionalismos extremistas violencia entre la juventud, todo un conglomerado abominable de diferentes atrocidades donde los odios de alta «gama» andan sueltos montados en los caballos del Apocalipsis, desbocados sin bridas por las «autopistas» de las redes de comunicación mundial de Internet; el último más peligroso e incontrolable invento de todo los tiempos, del ser humano. El odio se palpa, se mastica en los programas y las tertulias televisivas, que se dan en los diferentes medios auditivos y visuales y va en incremento ganando terreno, en una vertiente peligrosa que está ahí. ¿Hasta dónde nos llevará este odio a la carta?
Josefina García
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