Pidamos por nuestros gobernantes

Como estaba previsto, sacaron escaños en el Parlamento Europeo los que supieron aglutinar el descontento y la protesta por la situación en que vivimos. Ahora, como ya están formal y jurídicamente documentados, deberán atemperar su discurso para que pueda ser respetado como el que más. Eso sí, revoluciones, las justas.
Cuando este periódico salga a la calle el próximo viernes, estaremos leyendo, muchos con tranquilidad y orgullo, el relato de lo acontecido en la natural y emocionante sucesión en la Jefatura del Estado de nuestro país. Es la Monarquía la que la sustenta y la que promovió denodadamente la democracia de todos, que necesitábamos. Al Rey que se va no se le podrá reprochar que no lo haya sido de todos los españoles.
A España se le rompieron las costuras, no sé cuántas tenía, hace unos años cuando se nos decía a nosotros y al mundo que nuestra economía puntera era envidia de muchos y que dejaba atrás a los ricos de siempre, a los países ricos de su entorno de siempre. Pero adentrándonos en el túnel del tiempo, no mucho, a partir del año 1975, España, que había estado encerrada en sí misma, quitó de las ventanillas de sus vagones de ferrocarril (y valga como metáfora) aquel cartelito que decía «es peligroso asomarse al exterior». Y vaya si se asomó. Tuvo la inmensa suerte de contar con la impagable generosidad de los hombres que la gobernaban en ese momento crucial, y que, despojándose de poder y de prebendas, dispusieran de un papel muy gordo a modo de contrato finiquito para enterrar de una vez el odio y la envidia que caracterizan al cainismo que se nos atribuye a los españoles. Al mundo se le dio sin duda alguna una clase magistral de honor y dignidad. El papel gordo lo firmaron todos, los mal llamados partidos nacionalistas y también los que perdieron nuestra malhadada guerra civil. Todo impulsado por el Rey.
Cedieron todos al redactarlo y resultó ser incuestionablemente la mejor Constitución que España ha tenido en su historia. Y, contrariando a los desleales que en estos momentos salen, desde todas las esquinas, la más democrática. Nadie será capaz de quejarse por la falta de libertad de expresión. Libertad de expresión en grado superlativo.
España se hizo de la OTAN, de la UE y del euro. Bonitas e ingentes cantidades de dinero nos llegaron cuando ingresamos como los necesitados del momento. Para muchas cosas. Tanto aprendimos a hacer carreteras formidables y trenes espectaculares que ahora seguimos haciéndolos en el extranjero. Aupados en el Estado del bienestar como le llamamos, nos hemos sentido ricos para siempre, sin querer saber cómo se paga ese Estado, y quién lo paga.
Pero a cambio han pasado muchas cosas, y no buenas, que nos tienen deprimidos. Y lo sabemos todos. Y hemos sido responsables todos. Y la crisis ha hecho jirones en nuestras conciencias. Y si esta democracia que nos dimos en el 78 tiene mecanismos de contrapoder, instemos los ciudadanos a que sean eficientes aunque no lo hayan sido hasta ahora.

JortizrochE

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