De ese modo fue ahorrando y empezó a traerse a su familia, poco a poco; para ello, con carantoñas y mimos hizo al «Mi amorcito» que dejaran la casa para comprarse una mayor y dejar ésa para los suyos. Él accedía a todo, pues su carrera militar ascendía: ya era coronel y con un buen sueldo. Cuando estaba en trámites para comprar la otra casa, lo destinaron a una provincia, donde le llegaría la jubilación, enseñando a los jóvenes cadetes. Era la época de la burbuja inmobiliaria y compró 5 pisos, 4 para alquilar y el mejor para ellos. En resumidas cuentas, que en menos de lo que se tarda en contar la historia, se vino toda su familia a vivir a España. Al pobre coronel le ponían de santo para arriba. Matilda era «melosa» y se le llenaba la boca de decir: «¡Adoro a mi papito lindo, que es un amor!». Él se sentía hinchado como un pavo real. Contaba Matilda 42 años, cuando un día se desvaneció, siendo llevada al hospital; luego de varias pruebas llegaron a la conclusión de que tenía un tumor cerebral, justo sobre los ojos… (Quedó ciega). Lo que nunca nadie sospechó es que ella bebía como un cosaco, que andaba siempre tomando alcohol, que luego disimulaba mascando chicle, quizás esa droga le afectó las ondas sensoriales del cerebro. A los 6 meses murió y al coronel se le fue la cabeza, del dolor y el fuerte impacto. Cuando le daban el pésame, decía: «¿Por qué?», «¿Se ha muerto alguien?». «¡Matilda!», exclamaban. «No sé quién es Matilda». Definitivamente, aquella familia se desmembró y aún andan de juzgados, porque los hijos de él, los hermanos de ella y el resto de familiares andan a la greña con la herencia y ellos no habían hecho testamento. Basado en hechos reales, algo desfigurados.
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