Torrevieja, lo que pudo ser y no fue

(Este artículo fue publicado por primera vez hace casi una década. Ahora que comienza su andadura un nuevo gobierno municipal, es una buena ocasión para volver a leerlo y tenerlo en cuenta)

Hace unos 20 años, la nuestra era una pequeña y apacible ciudad a orillas del Mediterráneo. Hoy, nuestro bosque no es el de pinos, ni el de encinas, es el bosque de grúas. De una semana para otra hemos ido viendo desaparecer solares, trozos de campo, colinas… y así durante dos décadas. Se nos ha venido diciendo que construirían edificios, grandes almacenes o cualquier otra cosa. Más edificios, más ladrillos. Suma y sigue la marabunta, suma y sigue el asfalto, suma y sigue la garrulada. Se nos viene diciendo que con ello habrá más trabajo para el pueblo. Y eso lo vengo oyendo desde hace veinte años. Ya entonces había trabajo para, prácticamente, todos los que éramos en el pueblo. Posiblemente quieran decir que seguiremos creando trabajo en nuestro pueblo para gentes de otros lugares de España y del extranjero (magrebíes, colombianos, etc.), que está muy bien.
Se nos viene diciendo que somos un pueblo dinámico, el que más crece. Y uno se pregunta para qué eso. Si ese crecimiento es a costa del enladrillamiento total de nuestro municipio, ¿no os da la impresión de que hemos estado haciendo el idiota? ¿que hemos hecho el primo? Hemos perdido todo el litoral, casi no nos queda un retazo de campo silvestre y, lo más grave: ¡¡no podemos recuperarlo!! El nivel medioambiental irá cayendo… ¡Aaah! Pero a cambio de todo esto quizá acabemos con el paro del planeta. En el municipio de Torrevieja somos así de solidarios.
¿Exageraciones?
Hemos hecho el pueblo más impersonal y feo de la costa mediterránea. Me duele como torrevejense y pienso en qué podríamos hacer para detener esto: concienciar a la gente. No funciona: ahora ya, cada uno piensa en sus pequeños intereses particulares. Nos han metido en un círculo vicioso, en un callejón sin salida. Hemos consentido que nuestro pueblo se hiciera famoso en Europa: se pone como ejemplo de lo que no se debe hacer. La gente habla ya de organizarse por turnos de barrios para poder bajar a la playa: ¡el delirio!
Por las mañanas suelo salir a la terraza de mi piso mientras apuro la taza de café y me parece escuchar a Miguel Ríos:
«Desde mi ventana
puedes contemplar
la precaria vida de la ciudad.
Ruido de motores,
grúas y alquitrán,
coches con sirenas sin cesar».
Se nos dice que no estará tan mal cuando la gente se viene a vivir aquí. Que sigue habiendo demanda, y que será porque la
gente lo ve bonito. Se niegan a reconocer que la gente viene atraída por el clima… y la vivienda barata. Que lo bonito: el sol, el mar… todo eso ya estaba aquí, no lo hemos hecho nosotros. Nosotros lo que hacemos es afearlo.
Se nos dice que la gente demanda vivienda en el Mediterráneo. Pero nosotros sabemos que la gente también compraría los   apartamentos en el Parque Nacional de Ordesa, si dejasen construirlos. Pero no dejan, alguien se encarga de proteger aquellos maravillosos paisajes. ¿Por qué nosotros no hemos sabido hacer lo mismo aquí? Como sí supieron hacer en otros sitios.
Hemos consentido la masacre, todos somos algo responsables, en especial los autóctonos. ¿No creéis que si hubiésemos sabido frenar nuestro pueblo cuando tenía veinticinco o treinta mil habitantes, hubiéramos podido configurar una ciudad muchísimo más habitable? Habernos dedicado entonces a meter calidad y no cantidad. ¡La ciudad ideal de Pericles!
Hay que ir pensando que dentro de pocos años no nos quedará municipio para seguir enladrillando. Quizá podamos seguir después bajo tierra: ¡Como Los Fraguel!
Leo los periódicos y observo cuántos municipios han seguido como ejemplo, lamentablemente, la estela trazada por Torrevieja. Y el bochorno se apodera de mí.
Pienso en el pueblo que dejaremos en herencia a nuestros nietos, ellos ya nunca conocerán lo que fueron los parajes naturales de nuestra costa mediterránea. Y el abatimiento se apodera de nosotros.

José Boj Quesada

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