Vida y muerte en dos maletas. Y un niño, varado en la playa

En este artículo, quiero también yo denunciar, con indignación, impotencia y tristeza, esos éxodos. Esos holocaustos sangrantes del hambre, la desesperación de las guerras, de esos miles y miles de seres humanos, que perecen en el justo intento de alcanzar la podrida, elitista y deshumanizada Europa y la travesía de la muerte, en busca de la vida.
Dos impactantes y terribles imágenes. Vida y muerte en dos vientres de maletas. Y un niño varado en la playa, dormido para la eternidad.
El horror, el dolor, la angustia, la desesperación se palpa, densa, terrible de unas tragedias e imágenes crueles.
África se desangra gota a gota en ese éxodo. Esa migración de las guerras, las hambrunas famélicas. Sin medicinas, agua, ni nada que comer. Los ahogados buscando su derecho a la vida se cuentan por miles. Pateras, cayucos, balsas de juguete y el inmenso embravecido y peligroso mar por delante. Lampedusa. Este año quinientos ahogados. Más otros quinientos. Más otros treinta y otros y otros, en distintos lugares desaparecidos. Mujeres embarazadas, niños, jóvenes, duermen su miseria, su ansia de vida, en esa gran sepultura que es el Mediterráneo, ¡y no pasa nada! ¡es África! Nada se mueve en occidente para poner fin a este holocausto. ¡Criminales mandatarios! Asesinos de poderes absolutos con licencia para eliminar vidas a su antojo sin justicia que los juzgue y los condene. La elitista y degradante Europa, sin conciencia ni humanidad, se blinda; y su medicina en España: alambradas con cuchillas, devoluciones en caliente con heridas y maltratos en silencio, complicidad, nuevas medidas anti-migratorias. África es un genocidio consentido.
El último crimen: dos maletas y, dentro de sus vientres, un niño en busca de la vida y, por suerte, al niño ésta le acompañó. Al joven, la vida le negó el pasaporte a ella y asfixiado le encontraron. La vida viajaba en dos maletas. Una de vida y otra de muerte. Y, de nuevo, otra sangrante tragedia humana salpica a los mismos criminales del poder. La comunidad internacional europea. Esta vez, refugiados sirios son el siguiente drama, doloroso, cruel, antihumano que se está desarrollando en toda su magnitud ante la mirada de un mundo rico, cínico, inmoral que se resiste a socorrer y dar asilo a los refugiados de la guerra de Siria, y una vergüenza cómo pelean por el reparto de seres humanos, cual si fueran cromos repetidos.
Dos camiones grandes de transportes aparcados con mercancía humana. Cincuenta entre mujeres, niños y hombres, hacinados muertos, asfixiados, y al igual, otros setenta y uno en esos fatídicos y espeluznantes viajes. Más luego, hileras e hileras por vías de trenes, campos, un ingente tropel de refugiados, familias enteras donde los niños proliferan y cuya estampa estremece, hasta los tuétanos, viendo esas imágenes de sufrimiento, de desesperación e indefensión pasando por alambradas de cuchillas para detener la vida que escapa de la muerte.
La muerte de un niño ahogado que cual muñeco yacía a la orilla de una playa, fue tal el impacto que más hirió; y fue el aldabonazo que removió a la élite del poder europeo, a intervenir pero siempre poniendo reparos a ver cómo resolver el problema humano de los refugiados. Mientras la solidaridad, la humanidad de los pueblos, sus ciudadanos, como siempre, son los que están ahí extendiendo sus manos, sus brazos, dando calor y vida.
Esta terrible tragedia humana de los refugiados se cierne de igual manera desde hace mucho tiempo, en un largo e interminable calvario de sufrimiento sobre los inmigrantes africanos. Niños, mujeres y hombres sepultados a miles, en el Mediterráneo, huyendo de guerras, hambre, miseria y enfermedades; pero se les mide de otra manera injustamente. Refugiados sirios e inmigrantes africanos tienen los mismos derechos a luchar por una vida digna, justa, que les pertenece y a la que tienen derecho, pero sin embargo, los inmigrantes africanos son perseguidos y esposados como delincuentes y no se les acoge por igual. Nadie se ofrece a darles cobijo, excepto algunas personas, y hacinados en centros sin la debida asistencia, subsisten sin papeles para el trabajo malviviendo en las calles entre racismo, xenofobia, etc., etc. Para nada estremecen esas cifras espeluznantes de ahogados en sus salvamentos, ni su futuro, ni presente, y son también tan seres humanos y dignos como los demás. Y huyen también de guerras criminales dictadoras. De miseria, hambre, enfermedades, sin agua ni medicinas…
Un tierno niño yacía como dormido en la orilla de la playa. También su pequeño hermano de cinco años se ahogó igual, y su madre. También niños africanos junto a sus familias se ahogan entre el oleaje del Mediterráneo y dos maletas en sus vientres llevaban una con vida, y otra con muerte.
Última hora: por fin a Ángela Merkel se le reblandeció su férrea coraza de acero y obliga a abrir fronteras y bajo un cupo, dar asilo sólo a los sirios, no a los demás de otros países que van también junto a ellos. Según los sirios, son gentes cualificadas, bien preparadas, con estudios, carreras… y los necesitan para su crecimiento. Así tal cual lo expresan -nadie caza sin galgo-.
Y una imagen de una crueldad inaudita. Una reportera húngara en la estampida de los campos de retención de los refugiados corriendo entre policías buscando cruzar la frontera, ella iba filmando y dando patadas a niñas y padres hasta poner una zancadilla a un abuelo que iba con sus pertenencias y su nieta en brazos y cayeron al suelo. ¿Hasta dónde el odio, la xenofobia de esta periodista nazi está presente junto a su país Hungría, ultraderechista sin humanidad?

Josefina García

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