«As we get older, we start to forget things» (A medida que envejecemos, empezamos a olvidar las cosas). A veces, resulta ardua tarea rememorar con nitidez hechos acaecidos en la infancia y plasmarlos en un artículo a edad avanzada. Hay que leer y ejercitar constantemente el cerebro, para que permanezca activo y receptivo a toda información. Contra toda opinión, muchos creemos que los hemisferios cerebrales son almacenes que contienen todo lo vivido, pero los doctores y científicos dicen que muchos datos se olvidan, con el paso de los años. Catón decía: «A nadie perjudica guardar silencio, pero a menudo es dañino haber hablado». Por algunas informaciones hay que pasar de puntillas, para no meter la pata; por eso, voy a poner aquí algo en lo que no estoy muy ducha: se refiere a los impuestos y tributos que se han de pagar desde tiempos inmemoriales, y que hoy en día (con toda razón), nos resultan abusivos; por ejemplo, la subida espectacular de la luz. No es normal que, en una casita de 48 m2, dos personas mayores hayan «gastado» en 2 meses cerca de 200 euros, unas 33.000 pesetas. Salgo al paso de esas tasas tan altas, para jubilaciones tan bajas, a propósito de un artículo que leí el otro día, referente al arbitraje de los buques, allá por 1791. Un barco mercante satisfacía al fisco por el «sombrero» del Maestre, toneladas de peso, barco, marinero, paso en aguas jurisdiccionales, puerto de arribo, carga y descarga. En resumidas cuentas, que de cada moneda de esa época, sacarían en limpio, como mucho, un 10%, más o menos, porque también tenían que abonar el amarre en el muelle de origen todo el año, pintura, pulido de sus metales y un largo etc. ¡«Ná; lo comío por lo servío»!
Kartaojal
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