Vista la quincena pasada a vuela pluma, debo escribir y escribo que el edificio público ubicado justo al lado de los Juzgados, más conocido popularmente -por los Populares, claro- como futuro Museo de la Semana Santa ha estado en candelero precisamente porque desde el Gobierno municipal se ha creído oportuno y necesario que esté compartido para uso de la Junta Mayor de Cofradías y espacio para dependencias municipales con su consecuente y consiguiente ahorro de alquileres para las arcas públicas. Pero, no. Nada. El asunto se ha politizado hasta tal punto que tendrá que haber un ajuste entre la Institución Eclesiástica y el Ayuntamiento, de ahí que esa ingenua rebelión de los capirotes haya sido mal enfocada por una minoría de cofrades. Un inmueble público que ha costado la fortuna aproximada de seis millones de euros y lo quieren sólo para ellos y sus necesidades, independientemente del mantenimiento, que también correría a cargo de las arcas públicas. En fin, despropósito que va acompañado de falta de sentido común. Seguro que este pequeño tropezón se solventará como Dios manda, si es que aquí manda exclusivamente Dios. Y para tropezón, el del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, que en su visita histórica a la ciudad, justo en la puerta del Ayuntamiento, pegó un tropezón con uno de los bolardos más europeos de Europa, administrando majestuosas risotadas de algunos de los presentes sin estar presentes. Y digo yo que si el actual alcalde reventó una de las ruedas de su coche con otro europeo bolardo, y además de que este humilde servidor de ustedes también pegó un tropezón con otro de los europeos bolardos, sufriendo un esguince más grande que el de Cristiano Ronaldo, pues justo sería que el alcalde, con su superior criterio, resolviera mediante decreto bien escrito y en líneas de molde eliminar los puñeteros bolardos, evitando así futuros tropezones del conjunto de la ciudadanía. Dios le bendiga, y los capirotes también, si así lo hiciere. Ah, y a ser posible, que tome las medidas oportunas para eliminar las apestosas algas de las playas, de tal forma que esos mequetrefes que andan sueltos por este Patio de Monipodio cogiéndolas y llevándolas hasta los bancos para provocar ruido mediático se dediquen a veranear, vivir tranquilos y dejar vivir a los demás. Que pasen buena quincena veraniega, amados lectores.
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