El cuento de nunca acabar

No es por nada, y tampoco soy el brazo ejecutor de nadie, pero es que me llaman poderosamente la atención, y con una cierta perplejidad, dos noticias que he leído por esos mundos periodísticos de Dios. La primera es que el equipo de Gobierno casi casi está decidido (a no ser que el Pleno mande otra cosa) a recalificar más de diez mil metros cuadrados que están recogidos en el Plan General como suelo para hotel, creo, a que su uso sea no otro más que la construcción de casas. Me viene a la memoria aquello que decía Salvador Pániker de que hay que reinventarse en todos los órdenes de la vida, y también en el de la política. Es decir, ¿por qué no tratamos de reinventar, en lo posible, otro modelo de desarrollo de la ciudad con el poco suelo que nos va quedando? Resulta viejo e incluso peligroso volver a las andadas. No sé, igual es que para esta ciudad, tan destrozada por el cemento, por la construcción sin medida ni criterio, ya no queda ni una simple fisura por donde atravesar algo de imaginación. Ya digo, no sé. Igual estoy equivocado. Pero han sido unos veintiocho años de intereses urbanísticos especulativos. La segunda cuestión que me concierne también es que el Gobierno actual de España (que lo veo muy agobiado por sus ranas en el charco de la corrupción) va a obstaculizar con la ley en la mano que cualquier Ayuntamiento (no sé si esa medida afectará a los municipios de su signo político) quiera rescatar servicios municipales privatizados (remunicipalizar servicios, dicen). Esto es una canallada más, por ser suave, porque si un servicio privatizado nos cuenta una pasta (y ya se sabe que son para empresas afines a los de siempre, a los que llevan muchos años gobernando, es decir, «contraticos» para amigos, conocidos y demás…) y queremos gestionarlo de otra forma para que nos cueste menos dinero, pues no se va a poder ni tan siquiera intentarlo. He ahí los intereses de siempre. No sé, a mí todo esto me suena a mal rollo, malas vibraciones, mala cosa en el cuerpo. Con tanto ajuste y austeridad, igual lo que quiere el Gobierno es que los Ayuntamientos que tengan ganas y deseo de hacer cosas de otra forma, más barata y mejor gestionado, acaben cerrando las puertas y a otra cosa mariposa.
En fin, no hay aclare, se mire por donde se mire. Para el pasado Día del Libro, me regalé el último de Salvador Pániker, «Adiós a casi todo». Y previamente a ello fui a la exposición pictórica de mi amigo (que, además, dice que me lee, lo que agradezco sobremanera) César Rodríguez. Personalmente, me encantó el conjunto de su obra expuesta, porque no me decepcionó su título «Calma». Calma y gratificación. Suerte para la próxima quincena.

1 comentario

  1. Que la gestión pública sea mejor, más eficiente y más económica que la privada está aún por demostrar.

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