Inmersos como estamos en la vorágine cotidiana de nuestra vida diaria, nunca tenemos tiempo de parar y pensar. Solemos seguir adelante «a piñón fijo», sin plantearnos si lo que estamos haciendo con nuestra vida es lo mejor que podemos hacer o si nos lleva a donde queremos ir. No solemos reflexionar, y, al final, entre prisas, acabamos haciendo constantemente lo mismo, lo que se ha hecho «toda la vida». Y, a fuerza de la costumbre, nos aferramos a lo de siempre, a lo que en algún momento del pasado funcionó y pensamos que va a funcionar eternamente, sin darnos cuenta de que el entorno y las circunstancias cambian, y de que éstas ahora no son las mismas que, por ejemplo, hace 20 años. A veces no caemos en la cuenta de que, si no nos adaptamos a las circunstancias, estamos irremediablemente abocados al fracaso. En este sentido, es meritorio el hecho de que se esté abordando la elaboración de un Plan Estratégico de Turismo, con la participación de expertos universitarios, empresarios, asociaciones y ciudadanos de a pie, para, por primera vez, realizar una planificación seria del principal activo y motor de la economía de la ciudad, que ya no puede seguir basándose exclusivamente en el antaño exitoso modelo de la construcción y la oferta de sol y playa. Es hora de perder el miedo a salir de la «zona de confort» y aspirar a un futuro mejor; y, para eso, es necesario dejar ir ciertas costumbres del pasado, porque forman parte de nuestra historia, pero no de nuestro destino.
Dejar una contestacion