El desengaño de la amistad (1)

Algo parecido al cuento de la gallina «Marcelina» va a ser esta fábula, que me han pedido mis sobrinas y muchas niñas de antes, que han sido madres y ahora abuelas. En la «gallina», ella encontró un grano de trigo y, en vez de comérselo o dárselo a sus hijos, pensó que, sembrándolo y siguiendo un proceso, podían comer todos, pero, para ello, pidió ayuda a todos los animales de la granja, que se negaron, para sembrar, regar, cosechar, desgranar, moler, encender el horno y elaborar un pan, que, cuando estuvo listo, todos se apuntaron, como los «gorrones», a comer gratis, pero ella cloqueó a sus hijos y, entre todos, dieron fin a aquel festín.
En el caso que hoy nos ocupa, se trata de un bello y bonachón ratoncito, que vivía en los silos del trigo, cebada, garbanzos, etc. Un boquete que había en un nudo de la madera de la puerta, a la altura de sus ojos, le permitía ver todo lo que sucedia fuera de su «casa». Un dia vio al granjero y su mujer que ponían una trampa con un trocito de queso, justo por donde tenía que salir él. Empezó a pasear con las manos a la espalda, hasta que dio con la solución: pediría ayuda a sus amigos. Se deslizó con sumo cuidado para no tocar la trampa, y, llegando al corral, pidió a su amiga, la gallina, que le librara de aquel peligro, pero ella, tras lanzar varios «¡clo-clo-clo!» y levantar polvo con las patas, dijo que eso no era de su incumbencia. Viendo la falsedad de la plumífera, acercóse al borrego, a ver si le daba una topada y la quitaba de su puerta. Éste baló y baló, hizo 4 cabriolas y le dijo lo mismo que la otra. Casi con lágrimas en sus ojillos ratoniles, acudió a la vaca, pidiendo que de un pezuñazo mandara la trampa a Sebastopol. Le miró con sus ojos redondos, dio topetadas al pesebre y varias coces, negándose a hacerle ese favor. El desesperado ratón… Continuará

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