Atrapados en el limbo

No parece muy descabellado afirmar que, muy a nuestro pesar, los trabajadores del Ayuntamiento andamos todavía, después de un mes largo, con la nómina en el limbo, una nómina corta alimbada, diría yo. Entre el derecho, la costumbre, la sentencia firme, el incumplimiento de las firmes sentencias, la vigente ley que nos legó Montoro, ese chico con sonrisa maléfica, la demagogia tan presente de unos y otros, los escasos ingresos de nuestra paupérrima hacienda (los altos sueldos son harina de otro costal, ay)… y todo un galimatías de dimes y diretes, de falsos testimonios y mentiras a medias, de encorsetamientos en despachos, de «mis cojones por el sol», como si esto se tratara de ovarios o de varios a cuatro o cinco bandas. En fin, después de tanta estridencia y de tan poca sensatez, y de falta de habilidad en la gestión, sigo estando inmerso en un mar de dudas, de incertidumbre, de rabia contenida por no poder hacer nada más que concentrarme todos los días media horica en la Plaza de la Constitución, para gritar, gritar, gritar y no valer el grito para nada. Creo que nos han dado una gran hostia a corto, medio y largo plazo, avalada por una maléfica ley, en toda regla, en nuestras propias narices, en nuestras menguadas nóminas -y eso que el personal de la calle cree, todavía, que ganamos el oro, el moro y que no producimos nada de nada-. Si fuéramos a la huelga general, es decir, paralizar la administración, otro gallo cantaría, y más de una tendría que esconder su cabeza debajo del ala. Dijo, sabiamente, el dramaturgo alemán Bertold Brecht aquello de «qué tiempos serán los que vivimos, que hay que defender lo obvio».
Pude haber escrito del temporal y de las inversiones en las pluviales que han servido para más bien poco: pude haber escrito de que ya van adelante las obras anejas al Ayuntamiento, con lo que se incrementarán las arcas públicas; pude escribir de las dichosa moción de censura instrumental, con pito y sin flauta contra el actual equipo de Gobierno en minoría; pude escribir de la tromba de agua que intuyo que caerá sobre las huestes socialistas; pude escribir sobre los obsoletos, conservadores y anacrónicos estatutos de la Sociedad Cultural Casino… Pero en verdad, no me apetecía, no estaba con ánimos. Y pido disculpas por ello a mis lectoras, lectores o lo que sean.
Nota: Enhorabuena, Rodolfo, vas aprobando y sin apenas estudiar… ¿Has copiado mi tesis? Dios te bendiga.

Óscar Albaladejo Claramunt

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