Hoy es una tarde noche gris, de ésas que nunca se olvidarán aunque crezcan las flores en los adoquines. Y siento que la vida me va atropellando poco a poco, deslumbrándome en los momentos más inoportunos, en esos momentos en los que sobresalen involuntariamente determinadas noticias que soliviantan mi estado de ánimo. Dicho lo cual, voy y leo que nuestro entrañable «Quiosko El Tintero», como una silueta de redes marineras mirando de frente al mar, a un mar tranquilo que invita a la reflexión, y cuyo propietario o concesionario es un ente administrativo que vigila con cierto celo surrealista aquellas concesiones que han caducado o están a punto de concluir, y que está bien que así sea, pero que se olvida, al parecer, del espíritu de lo que quiere derribar, del alma que ha prestado ese pequeño kiosko no sólo al mundo de la mar, sino también a los miles y miles de ciudadanos, turistas y no tan turistas, que han podido disfrutar de esa especie de singular embrujo que tiene este delicado kiosko ya torrevejense por gloria de la vida, y que Costas está dispuesto a derribar, a demoler, a no ampliar su concesión a los actuales inquilinos que explotan cuidadosamente el privilegiado espacio. Sin embargo, Costas, que yo sepa, no dice nada en la actuación urbanística que va a perpetrarse en Cala Mosca, que si bien es término municipal de Orihuela, siempre ha sido reivindicado como un espacio o paraje a proteger por muchos ciudadanos de aquí y de allá. Van a urbanizar y nos vamos a quedar con tres palmos de narices. Pero, en el caso que nos ocupa de nuestro kiosko -sí, nuestro, porque, que yo sepa, Costas somos todos, ¿no?-, ha habido una reacción plausible, digna de encomio, a mi juicio, por parte de todos los grupos políticos con representación municipal. Como Fuente Ovejuna, todos a una, para recurrir y proteger ese minúsculo espacio, ese Tintero, lugar donde se hacían los tintados de las artes de la pesca de los trabajadores de mar. Si en la defensa de los intereses generales siempre se actuara así, con esa sana coherencia, otro gallo nos cantaría: tendríamos rehabilitado nuestro Viejo Cinema, o reconquistado nuestros sendos templetes, o nuestros singulares balnearios, o… En fin, por eso digo que la vida me va atropellando, y clavando estacas afiladas difíciles de cicatrizar. Quedan pocas señas de nuestras escasas señas de identidad, protejámoslas con los dientes bien cerrados o afilados para morder. Salud y buena quincena.
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