Alexander Fleming no nació hijo de familia rica; venía de campesinos pobres. Cierto día, un niño cayó en un pantano: viendo que se hundía, empezó a pedir auxilio, y un granjero escocés, que oyó sus gritos, corrió y lo salvó. El padre del chico era millonario y quiso recompensar al labriego, pero éste rehusó, en vista de lo cual, propuso el padre del niño rico que el hijo del labrador fuese a los mismos colegios (de pago) que su propio hijo. Al correr del tiempo, ingresó Alexander en el St. Mary’s Hospital de Londres, en cuyo laboratorio, y tras muchas pruebas, descubrió la penicilina. Años más tarde, su amigo y compañero de estudio (el rico) enfermó de neumonía, siendo su vida salvada gracias al invento del que llegaría a ser el doctor Alexander Fleming. El enfermo era hijo de Sir Randolph Churchill, y el niño llegó a ser primer ministro de Inglaterra (Sir Winston Churchill). Para hoy os voy a poner unas máximas, porque vienen al caso: 1ª Lo que se va vuelve multiplicado por mil. 2ª Trabaja como si no te hiciera falta el dinero. 3ª Ama como si nunca hubieses sido herido. 4ª Baila como si nadie te mirara. 5ª Canta y olvida si alguien te escucha. 6ª Vive sobre la Tierra lo mismo que harías en el Cielo, porque nada es como creemos. Recordad que la humildad, el ser condescendiente con los necesitados, es lo que hace al hombre grande, libre y feliz. Machado decía: «¡Recuerdos de mi infancia, un patio de Sevilla…!». Yo digo: «¡Recuerdos de la mía, una piara de cerdos, perros y alguna que otra pava o gallina; un pan redondo de a cantos y una lata de sardinas!». Ésa fue mi infancia y jamás he sido tan feliz como entonces, y, cuando entrabas a un huerto, cogías un tomate, te lo restregabas con la ropa y te lo comías. Así, sin sal ni nada, y qué rico te sabía.
Kartaojal
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