Izquierda Unida en Confluencia celebrará el 88º aniversario de la II República

Este viernes 12 de abril se celebrará un acto con motivo del 88º aniversario de la proclamación de la II República, organizado por Esquerra Unida en Confluencia (IU, PCPV, Federación Republicanos y Red de Solidaridad Popular “Soledad Díaz”). El acto arrancará a las 18 horas con un “pasacalles republicano” desde la Plaza de Oriente hasta la Plaza de la Constitución. Más tarde, a las 18:30 horas, tendrá lugar una asamblea abierta en la Plaza de la Constitución. Allí habrá instalada una mesa informativa con una urna electoral para «votar en libertad» la monarquía o la república.

3 comentarios

  1. A ver, los rojos: ¿Sabéis quién fue Melquiades Álvarez?
    EL LUNES día 30 de ABRIL de 2012 MANUEL ÁLVAREZ-BUYLLA BALLESTEROS, bisnieto de MELQUÍADES ÁLVAREZ, pronunció la conferencia EL ASESINATO DE MELQUÍADES ÁLVAREZ, VÍCTIMA DE TIRANÍAS, con motivo del setenta y cinco aniversario de su fallecimiento. En la charla ofreció nuevos y reveladores datos sobre lo ocurrido en 1936: FRANCISCO RAMÍREZ, quien fue secretario de don MELQUÍADES, sabía quién era su asesino. A continuación los principales datos de su investigación, así como un amplio resumen de la conferencia.

    UNA NUEVA FUENTE PARA EL ESTUDIO DE D. MELQUÍADES

    Se trata de la identificación del que fue el secretario político de Melquíades Alvarez. Personaje que tuvo una dilatada amistad con aquel y que ha sido hasta ahora desconocido por los historiadores: su nombre es Francisco Martínez Ramírez, (Tomelloso, 1870 – 1949).
    Hombre de leyes, y al igual que Melquíades Alvarez, imbuido de la filosofía krausista de Giner de los Ríos y de pensamiento regeneracionista de Joaquín Costa, que luchó por la creación en su pueblo de centros de enseñanza, laicos, donde la enseñanza fuera libre y activa y de asociaciones obreras de carácter cultural como el Círculo Instructivo del Obrero, y poniendo en marcha la primera cooperativa agrícola en defensa de los intereses del agricultor.

    En 1903 fundó el primer periódico de la ciudad “el Obrero de Tomelloso” siendo su director varios años. Por esta labor fue, y es, conocido popularmente como el “obrero de Tomelloso”. Precisamente, dejaría la dirección del periódico para incorporarse a la campaña electoral de Melquíades Alvarez como secretario personal suyo.

    Entre otros cargos, reseñar que en 1932 fue nombrado Gobernador Civil de Huesca.

    SECRETARIO POLÍTICO DE MELQUÍADES ALVAREZ

    D. Francisco se describe como: “el único secretario político que ayudó a Melquíades Alvarez durante su vida política; habiendo permanecido a su lado hasta que cayó la Monarquía […] y habiendo disfrutado de su afecto y de su máxima confianza, acompañándole en toda su labor de propaganda, y siendo depositario de su pensamiento político”

    El contacto de D. Melquíades con D. Francisco Martínez se remonta al menos al año 1910 con motivo de las elecciones que tuvieron lugar el 8 de mayo y en las que D. Melquíades conseguiría su acta de diputado por Gijón y Alcázar de San Juan; el tribuno optaría por la representación de este último distrito.

    De hecho, muchas de las notas manuscritas de Francisco Martínez están escritas en papel oficial del tribuno asturiano como diputado por este distrito.

    Como diputado por Alcázar de San Juan, uno de los proyectos más relevantes de D. Melquíades en esa legislatura fue el promover el Ferrocarril Argamasilla-Tomelloso, muy importante para el desarrollo de la región porque facilitaba la salida de la uva y de los vinos de la comarca hacia todo el país.

    Para ello, el tribuno realiza una proposición de ley autorizando al Ayuntamiento de Tomelloso para establecer un arbitrio especial sobre el consumo con destino a obras en dicha localidad, que se publicará exitosamente como ley el 2 de junio de 1912. Como narra, el catedrático Francisco Alia Miranda : “un golpe de fortuna varió la marcha del tren: “fue el triunfo electoral del Melquíades Alvarez, con el que trabajó estrechamente como secretario particular y encargado del distrito Francisco Martínez”. Efectivamente, dos años más tarde, en 1914, vio la luz el Ferrocarril. En este proyecto invertiría D. Francisco Martínez toda su herencia, siendo su promotor, fundador y director, y, posteriormente, concesionario de dicha línea ferroviaria.

    Dos años después, en 1912, D. Melquíades creó el Partido Reformista. En el Diario EL LIBERAL de 8 de abril de 1912 también aparece Francisco Martínez Ramírez presente en la mesa presidencial en el banquete de constitución del Partido. De su relación con el tribuno, D. Francisco nos dice: “Melquíades y yo nos queríamos muy intensamente. En varias ocasiones hubo motivo para demostrarlo recíprocamente. La misma cortesía que nos guardamos el primer día de nuestra amistad, se conservó hasta nuestra última entrevista, pocos días antes de ser detenido”.

    Finalmente, en el obituario escrito en el Diario LANZA de Ciudad Real el 5 de septiembre de 1949 aparece expresamente su cometido de secretario político de D. Melquíades.

    Queda pues demostrado, sin margen para la duda o el error, la relación y el cargo de secretario político de Melquíades Alvarez que ostentaba Francisco Martínez Ramírez.

    LOS ESCRITOS DE FRANCISCO MARTINEZ RAMÍREZ “EL OBRERO DE TOMELLOSO”

    Entre otras muchas obras, se hallan unas cuartillas manuscritas con el fin de escribir una biografía de su jefe político D. Melquíades Alvarez.

    Por desgracia, la biografía nunca llegaría a escribirse dado que las editoriales a las que consultó se negaron a darle su apoyo. Como afirma Julio Olmedo , sus escritos son hoy prácticamente inéditos “en parte por el paso del tiempo, en parte por la muerte civil a la que fue sometido tras la Guerra Civil por su condición de militante republicano”

    Sin embargo y a pesar de su parquedad debido a que se trata de notas para ayudarle a recordar hechos y circunstancias vividos con D. Melquíades, sí pueden ofrecernos pistas interesantes sobre la vida personal del tribuno así como numerosas anécdotas:

    “Era D. Melquíades Alvarez, hombre de mediana estatura, y si se quiere, menos que mediana. Profundamente moreno de rostro, nervioso de impresión; pero la característica personal se hallaba en sus ojos, oscuros lucientes, de mirada tan viva y penetrante, que a nadie le era posible mantenerla más de un segundo de tiempo, pues lanzaba verdaderos destellos que confundían y anonadaban al interlocutor. No se apercibía él de la confusión en que caían algunas personas con quienes conversaba y suponía que tales estados de ánimo se debían a torpeza personal de aquel con quien conversaba. Un magistrado del Tribunal Supremo me dijo en una ocasión:

    – Mira de tal manera su Jefe que yo no actúo nunca cuando él informa, porque su mirada entra en mi cerebro, al mismo tiempo que su razonamiento jurídico y no me siento libre de su influencia.”

    NOTAS RELATIVAS AL ASESINATO DE MELQUÍADES ALVAREZ

    Tienen especial valor y son realmente inquietantes las notas relativas al asesinato de D. Melquíades:

    ¿Quién armó el brazo de los asesinos de Melquíades Alvarez?

    “Yo lo conozco; pero su nombre no saldrá nunca de mis labios, ni de mi pluma, porque ni siquiera merece figurar en la Historia de la Criminalidad. Debe ser buscado entre los detritus de la envidia.

    Muy pocos días antes del crimen de la Cárcel Modelo, me encontré, en la calle, con el asesino, quien me dijo, en tono y ademanes harto elocuentes:

    – ¿pero es que su Jefe de V. está todavía en la calle?

    Y en efecto, pocos días después era enviado a la Cárcel Modelo y asesinado”.

    ¿Quién armó el brazo de los asesinos de Melquíades Alvarez?

    “Yo lo conozco perfectamente. No muchos días antes de aquel horrible fusilamento, le escuché frases grandilocuentes exaltando la necesidad de realizar Justicia contra los hombres que él consideraba traidores a la República y apuntando los fusiles hacia M.A. Lo conozco perfectamente, pero su nombre no saldrá nunca de mis labios, pues ni siquiera merece salir de su ínclita morada para figurar en la Historia de la Criminalidad. Buscadlo entre los detritus de la envidia y allí lo hallareis.

    ¿Por qué fue fusilado M. Alvarez?

    “Los grandes sucesos se deben siempre a causas mezquinas. He aquí una ley fatal en el régimen de la vida humana. Y es que el espíritu humano, cuando es pobre, tiene la extraña virtud del estiércol, propulsor de los frutos voluminosos que no colectas. En la personalidad de Melquíades Alvarez había un rapto de genio, una virtud de las creaciones humanas selectas; pero esta característica engendra, como si fuera su sombra, la pasión de la envidia, que nace siempre envuelta en odio. Melquíades Alvarez tenía un imitador de la oratoria, un envidioso de los triunfos del gran orador”.

    EL ASESINATO DE MELQUIADES ALVAREZ: VÍCTIMA DE TRES TIRANÍAS

    Gracias al Ateneo Jovellanos de Gijón por dedicar este ciclo sobre Melquíades Alvarez con motivo del 75º -Septuagésimo quinto- aniversario de su fallecimiento.

    La misma tierra que le vio nacer en 1864, hoy lo escuchará morir.

    La existencia de un orden político y social para Melquíades Alvarez era conditio sine qua non para el desarrollo en los pueblos de la Libertad y de la Justicia, banderas que enarboló D. Melquíades durante toda su vida política y hasta el momento de su muerte. Por ejemplo, pudimos oírle distinguir entre dictadura y cesarismo: “Las dictaduras –diría- surgen como un remedio heroico para prevenir un grave peligro social, y en tal sentido asumen momentáneamente el poder, pero siempre a condición de que desparezcan tan pronto resulte el peligro conjurado. Cuando se prolonga más de lo debido, la dictadura sufre entonces una metamorfosis y el dictador se convierte inevitablemente en tirano” . Y con respecto a la democracia, le escuchamos en las Cortes: “Democracia sin orden, no es democracia. Es demagogia. Y la demagogia es la peor de las tiranías, porque es la tiranía anónima de las multitudes empujadas por la propia ley de la impunidad, hacia los horrores del crimen” . Esta predicción la sufriría años más tarde en su propia carne.

    Este es el relato del cruel asesinato de un hombre público. Por vez primera se refunden fuentes tan diversas como son los recientes ensayos históricos, los artículos publicados en diarios de la época, declaraciones de familiares, actas de testigos de la Causa General examinadas en Microfilm, y los relatos de los supervivientes de la tragedia.

    Un relato sobre crimen producido en la Cárcel Modelo de Madrid en la madrugada del 21 al 22 de agosto de 1936 que acabó con la fecunda vida del que fue fundador del Partido Reformista, y Presidente del Congreso, y que en el momento de su muerte ostentaba los cargos de Jefe del Partido Republicano Liberal Demócrata, y Decano del Colegio de Abogados de Madrid.

    A la hora de su muerte, D. Melquíades sufrió tres tiranías, que iré desgranando a lo largo de esta intervención.

    DIAS PREVIOS A LA DETENCIÓN

    Permítanme que me traslade de año, al mes de mayo de 1936, a la sede de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, donde D. Melquíades intervendría en el Homenaje que esta Corporación le brindó al profesor D. Felipe Clemente de Diego; refiriéndose a la vigencia y modernidad del derecho romano en los tiempos que corrían, el tribuno asturiano aprovecha para enjuiciar el momento político aconsejando el respeto a la tradición y al derecho y para rechazar las innovaciones precipitadas y las sacudidas revolucionarias: “En el espíritu de estos nuevos Licurgos, que han aparecido en la escena de la política, que nos prometen de buena fe todo linaje de bienandanzas, ha surgido la idea, a mi juicio errónea, de que para gobernar con acierto es forzoso hace tabla rasa del pasado, sin escrúpulo alguno y con la fuerza ciega de los iconoclastas; que se puede moldear una legislación a capricho, seducidos muchas veces por un falso ideal, prescindiendo completamente del bagaje histórico de un pueblo, y que esa legislación artificiosa elaborada con tales perjuicios, puede tener desde luego, eficacia y consistencia. Es un dislate enorme, que solo acogen los espíritus simplistas y obcecados…”

    Dos años antes, expresaría su opinión implacable sobre la revolución del 34 en Asturias para cuyos autores pidió la pena de muerte en el Parlamento, algo que no le perdonarían las izquierdas.

    DEFENSA DE PRIMO DE RIVERA

    Pero ya en el año 36, D. Melquíades estaba apartado de la lucha política, concentrándose en sus tareas profesionales. Decano del Colegio de Abogados de Madrid desde 1932, tuvo que ocuparse de la defensa de uno de los colegiados, el líder falangista José Antonio Primo de Rivera, que había sido detenido y al que le habían incoado seis procesos penales, cuatro de ellos por tenencia ilícita de armas.

    A pesar de que el tribuno tuvo serias discrepancias políticas con el padre de su defendido, el dictador, esto no supuso un mal trato para con su hijo, y aceptó gustoso cumpliendo su deber como compañero y Decano. “Se trata de un compañero de gran pulcritud profesional en el ejercicio de su cargo. Basta que me haya elegido como decano para que le defienda en un proceso, para que yo, desde luego, aceptara con verdadero entusiasmo. Creo que con ello cumplo un deber. Tengo ideas contrarias a las de mi representado; pero esto no es obstáculo para que pueda defenderle” , afirmaría D. Melquíades a un periodista.

    Al evocar estos acontecimientos, -señala su nieta Sarah Alvarez de Miranda- no puedo dejar de pensar en el ineludible destino del hombre. Han de ser estos dos hombres, padre e hijo los que sin proponérselo truncarán el destino de D. Melquíades, el general, al dar un golpe de Estado apenas dos meses después de que el tribuno decidiera tomar parte en un gobierno monárquico aceptando la Presidencia del Congreso, y José Antonio al pedirle que se hiciera cargo de su defensa en un momento tal delicado .

    En los primeros días de julio de 1936, el médico Pedro Miñor refiere una interesante escena desarrollada en el despacho de Melquíades Alvarez, delante de los hermanos de José Antonio Primo de Rivera. Sus amigos de Asturias deseaban que saliese cuanto antes de la Capital, el tribuno no les dejó terminar su plan de salida: “De ninguna manera, -repuso- ausentarse ahora de Madrid sería una gran cobardía, ¿qué ello tiene peligros?. No importa. España antes que nada. Cada uno en su sitio y todos en el momento preciso en el que se le señale.”

    Tras la derrota del alzamiento militar en Madrid, el 20 de julio, en los primeros días de la Guerra Civil, un familiar aconsejó a Melquíades Alvarez que se refugiase en una embajada, bien la de Estados Unidos o la de Francia. El tribuno se refugió en casa de una de sus hijas, Carolina, en el número 21 de la calle Lista, pensando que allí se encontraría más seguro. D. Melquíades no perdía la serenidad ante los acontecimientos cada vez más radicalizados que se sucedían. Los primeros días salía al balcón: “No tengo miedo – decía- El pueblo me quiere, sabe que siempre me ha tenido a su lado ” .

    A Melquíades Alvarez, ante todo abogado, le preocupaba la suerte de su defendido José Antonio Primo de Rivera, al que como defensor tenía que asistir en el recurso de casación anunciado para el 24 de julio; llamó al presidente del Supremo D. Jesús Arias de Velasco, quien le dijo que estaba todo suspendido, y tras un corto silencio añadió: “D. Melquíades, ¿se da cuenta del peligro que corre defendiendo al Señor Primo de Rivera, que es en estos momentos uno de los hombres más odiados por el gobierno y por el pueblo?” . Efectivamente, para buena parte de la opinión pública española aquella circunstancia significaba una toma de posición política.

    El mismo día 24 de julio el Frente Popular y las organizaciones sindicales se encautaron del Colegio de Abogados destituyendo a la Junta de Gobierno, incluido a D. Melquíades como Decano. Algunos estudiosos han manifestado que la defensa de José Antonio le equivalió a firmar su sentencia de muerte; posiblemente de no ser por su compromiso de informar ante el Tribunal Supremo, D. Melquíades se hubiera desplazado a su chalet de Oviedo como hacía todos los veranos hasta que finalizaran los momentos más peligrosos de la revuelta del 36.

    En esos días, D. Melquíades recibió la visita del que fuera su secretario político, Francisco Martínez, y recibiéndole con un fuerte abrazo, afirmó: “!Qué desastre!, Todos los amigos que me visitan me refieren algún nuevo crimen, alguna nueva infamia inferida en nombre de la República. ¿A qué género de infamias vamos a llegar?…”

    LA DETENCIÓN

    El 4 de agosto de 1936, delatado por una sirvienta, las milicias se presentaron en la casa de Lista donde residía D. Melquíades. Los pesquisidores no habían reconocido a Melquíades tumbado en la cama de su dormitorio con la puerta abierta. Estaban reunidos en el hall de la casa, cuando a su hija se le ocurrió la idea de trasladarlo a otra habitación ya registrada para mayor seguridad. En el momento en que el tribuno cruzaba el pasillo uno de los milicianos le vio, le reconoció y le detuvo. Convivían con él dos agentes de policía pertenecientes a la escolta que tras el asesinato de Alfredo Martínez- jefe del Reformismo en Oviedo- le habían sido impuestos. El escolta sacando su arma reglamentaria hizo frente a los milicianos: “No os llevareis a don Melquíades sin una orden de arresto”, mientras el otro policía llamaba a la Dirección de Seguridad. La orden fue tajante, a Don Melquíades lo detendrá la Guardia de Asalto. Los milicianos acobardados se retiraron.

    La orden de detención está firmada por el Director General de Seguridad, Manuel Muñoz Martínez , y es del mismo día 4 de agosto de 1936 a las 20:40 horas estando dirigida al Sr. Jefe de Orden Público para que “proceda inmediatamente a la detención de don MELQUIADES ALVAREZ con domicilio en Velázquez, 47 y Lista, 21” . Media hora más tarde se personaba la policía a recogerle. Cruzó el portal rodeado de agentes con las manos puestas en sus armas, prestos a disparar si la situación lo requería.

    En la acera, a pocos pasos, miembros de la FAI veían impotentes cómo se les escapaba la presa. La orden fue cumplida por el agente Ramón Cela González que puso al detenido en presencia del Director a las 21:15 horas. El Subdirector General de Seguridad, Carlos de Juan, le ofreció al tribuno trasladarse a la frontera portuguesa.

    -¿Y mis hijos, mis yernos, mi familia entera? –arguyó Alvarez

    -Ah!. No nos comprometemos sino a ponerle a usted a salvo

    -¡Pues no acepto!.-replicó el tribuno.

    D. Melquíades llamaría por teléfono a su amigo, el escultor asturiano Sebastián Miranda para pedirle que le cobijara en su casa. Aceptó gustosísimo diciéndole que iba a buscarle inmediatamente, y le respondió el tribuno que esperase unos minutos, que volvería a llamarle. El escultor aprovechó esos momentos para llamar a su amigo íntimo Indalecio Prieto, quien al enterarse de los propósitos de D. Melquíades, irrumpió en exclamaciones de alegría, diciendo: “No sabes el enorme favor que nos haces; aquí a mi lado está Azaña que se une a mí para darte las gracias. Te mandaremos toda la policía que sea necesaria para mayor seguridad” . Finalmente, el Subdirector de Seguridad convenció al venerable anciano para ingresar detenido en la cárcel Modelo, arguyendo que en aquellas circunstancias representaba para él la mayor garantía para su vida tan seriamente amenazada . El propio D. Melquíades tuvo que llamar de nuevo a su amigo Sebastián Miranda declinando la oferta de cobijarse en su casa, algo que pareció absurdo al escultor.

    INGRESO EN LA CARCEL

    Detenido en la celda de políticos de la cárcel a disposición del Director General de Seguridad , se le permitían las visitas de la familia, que traían a D. Melquíades su comida de régimen especial. Los presos políticos estaban alojados en la nave central del edificio. Hasta mediados del mes de agosto, el régimen interno de la cárcel era relativamente normal. Su hija Matilde recordaba cómo en una de las visitas su padre le comentó que le habían sustraído la pluma estilográfica, robo que él comentó jocosamente diciéndole que: “Alguien había querido tener un buen recuerdo de Melquíades Alvarez” .

    Nos cuenta un testigo presencial : “En los primeros días de agosto, nos hallábamos en el departamento de políticos, en la Modelo,. Discutíamos. Creía D. Melquíades Alvarez y varios de nuestros compañeros que habíamos tenido suerte en ser recluidos en la Modelo. Era la única cárcel que estaba en poder del gobierno, como lo demuestra el personal de prisiones y los guardias de Asalto que no habían sido sustituidos por las turbas. Sin embargo, el gobierno estaba totalmente rebasado y no podría impedir la acometida de las hordas si se producía”.

    Pronto iban a comprobar, sin embargo, que en Madrid no quedaba ya ningún lugar seguro. El día 17 de agosto, el subdirector de la prisión comunicó a los militares recluidos en la Modelo que siguiendo una orden del Ministerio de la Gobernación entrarían en la recinto penitenciario unos milicianos encargados de cachear a los presos políticos. Detrás de estos hechos, como afirman algunos historiadores, se hallaban el Director General de Seguridad, el miembro de Izquierda Republicana Manuel Muñoz y el Comité provincial de Investigación Pública, más conocido como la Checa de Fomento, el ejecutor de estas órdenes sería el anarquista Felipe Emilio Sandoval. Ese día asesinaron al General Fanjul.

    D. Melquíades pudo salvar entonces su vida firmando el manifiesto de los intelectuales que se publicó esos días , pero se negó terminantemente a ello . Prefirió la muerte a una claudicación interesada.

    Tres días después volvieron los milicianos, y pusieron en libertad a muchos presos comunes, que organizaron un escándalo que sirvió de pretexto para una nueva intervención. Así lo narra un superviviente: “El día 21 de agosto amaneció en la cárcel con una extraña inquietud en los ánimos. Llegaban hasta nosotros mil rumores diversos. Desde el corredor de políticos se divisan dos patios; y vimos como entraban y salían grupos de milicianos con fusiles. Poco después los grupos de presos estaban arremolinados en uno de los patios, subida en un lavadero a modo de improvisada tribuna, una miliciana arengó a los presos diciéndoles que serían puestos en libertad si se sumaban a la causa de la República”.

    “En las primeras horas de la tarde fueron puestos en libertad los vagos y maleantes de la galería primera y varios de la segunda. Mas los que quedaron, de acuerdo con los milicianos, fingieron una protesta porque tardaba su liberación y prendieron fuego a sus petates originando un incendio. El motín fue el recurso de que se valieron los revolucionarios de la CNT para propagar la falsa noticia de que el incendio era obra de los presos fascistas que querían escapar, y para evitarlo llamaron a los milicianos, mientras las turbas extremistas penetraron en el interior de la prisión.

    Casi instantáneamente escuchamos infinidad de detonaciones y un griterío angustioso y escalofriante: desde las casas cercanas se disparaba contra los presos que estaban en el patio ajenos al simulado incendio. Murieron 30 o 40 presos, todos jefes y oficiales de la guarnición de Madrid, porque los presos comunes habían sido liberados horas antes.

    Los funcionarios de la prisión dieron aviso a los bomberos y acudieron el Director General de Seguridad y el de Prisiones y más tarde el ministro de la Gobernación Pascual Pozas, observando todos ellos una actitud pasiva, sin adoptar medida alguna para evitar los sucesos que se avecinaban . Más tarde, el Director General de Seguridad acudió a entrevistarse con el Presidente del Gobierno, José Giral, antiguo correligionario reformista, para proponerle excarcelar a los presos comunes, Giral accedió. Pero cuando regresó ya los había excarcelado la checa de Sandoval.

    Esa noche llegó a la prisión el Ministro de la Gobernación, General Pozas, pero no intervino para impedir los acontecimientos, ni abrió una investigación para detener a los asesinos, por lo que puede deducirse que consideraba que era una acción legítima y quizá incluso necesaria.

    Esta fue la primera tiranía que soportó D. Melquíades, la tiranía de los políticos gobernantes. Según el Diccionario de la RAE, una primera acepción del término “tirano”: “Aplícase al que rige un Estado sin justicia y a medida de su voluntad”.

    Sigamos con el relato de los hechos. Ante la pasividad del Gobierno, las milicias obligarían a los funcionarios de prisiones a salir de la cárcel y entró en la galería de políticos un grupo que mandaba un miliciano de la UGT: “Cuidado!, -gritó- Acabamos de ser nombrados para el Comité de la cárcel y nada se hará aquí sin nuestro consentimiento!” Protestas, discusiones, recogida de papeles, entradas salidas…

    Mientras tanto, sus familiares se enteraron del incendio producido en la Cárcel con la exclusiva información de la calle. Alguien por teléfono tranquilizó al yerno de D. Melquíades, mi abuelo Arturo Alvarez-Buylla: “Se ha restablecido ya el orden dentro del recinto penitenciario”. Con esa confianza, falsa pero optimista, descansaron sus familiares.

    Mientras tanto, sus familiares se enteraron del incendio producido en la Cárcel con la exclusiva información de la calle. Alguien por teléfono tranquilizó al yerno de D. Melquíades, mi abuelo Arturo Alvarez-Buylla: “Se ha restablecido ya el orden dentro del recinto penitenciario. Con esa confianza, falsa pero optimista, descansaron sus familiares.

    Los presos de la galería de políticos, creyendo que aquel horrible espectáculo había ya finalizado, se acostaron. Acto seguido, entró un grupo de milicianos que gritaron: “¡Levantaos, que se os va a juzgar!” y procedieron a hacer una selección de treinta y dos presos que fueron conducidos al sótano, entre ellos Melquíades Alvarez.

    En la madrugada del día 22 de agosto, Melquíades Alvarez y su correligionario Alvarez Valdés estaban sentados juntos, en pijama, en el suelo del sótano. Nos lo narra un testigo: “Mientras esperábamos, nos hacían objeto de insoportables vejaciones. Las mujeres se distinguían en esta obra feroz. Nos ofrecían galletas para que fuéramos bien alimentados en la otra vida; nos denigraban con bajos insultos y todos hacía objeto de su predilección al Doctor Albiñana y a D. Melquíades. Este, serenamente, se volvió y me dijo “Mire usted que tener que aguantar estos vejámenes de tales miserables, hasta que llegue la hora de que nos fusilen”. Alvarez Valdés asintió, y entonces D. Melquíades“ con su palabra cálida, que tenía en aquel trance la forma grandiosa de su oratoria” protestó indignado de la mentira de las democracias que “abrían un camino de dolor y ruina a la Patria y a la Humanidad. Y todavía a esta hora –añadió- se dan las manos sobre el crímen, y así se presentan ante el mundo…”. Se refería a la Democracia, convertida en Demagogia, en Tiranía.

    Continúa narrando el superviviente: “De aquellas entradas y salidas de nuestros verdugos y de las palabras sueltas que a nosotros llegaban, dedujimos que lo que discutían era si se nos fusilaba en masa a todos los que estábamos en la galería o sólo a los políticos. Prevaleció esto último. Oímos decir: “A estos, que son los gordos, que vengan los de la primera fila”, e hicieron una selección de 32 presos. En la fúnebre comitiva iban D. Melquíades Alvarez, D. José Martínez de Velasco, los ex ministros Alvarez Valdés, Rico-Avello y Salas, el conde de Santa Engracia, el doctor Albiñana, Fernando Primo de Rivera, Julio Ruiz de Alda –el aviador del Plus Ultra-, los diputados Esparza y Salort, entre otros. Los llevaron al sótano de la galería.

    Inmediatamente les rodearon pelotones de milicianos armados en actitud agresiva. D. Melquíades no pudo contenerse: “¿Quiénes sois vosotros, gentes de mala catadura, para insultarnos a nosotros?. Si nos vais a matar hacedlo de una vez. Pero respetadnos” . Ante los presos pusieron una mesita con un paño rojo, un candelabro y dos velas encendidas, que iluminaban dramáticamente la oscura estancia.

    También colocaron dos bancos que llevaron para formar el tribunal en el interior de la cárcel . Los detenidos se agolpaban en la sombra, unos de pie y otros sentados en el suelo. Los milicianos les hicieron unas cuantas preguntas arbitrarias, la contestación poco importaba, todos fueron condenados a muerte. El crimen se avecinaba. D. Melquíades sabía que iba a morir. Ante los insultos de los asesinos, el Decano les increpó valerosamente: “Asesináis a un hombre que sólo os hizo bien. Matáis de la peor manera toda idea de libertad y democracia ¡Sois una manada de cobardes y de canallas!” e invocó varias veces el nombre de Dios, como juez inapelable de vivos y muertos, de víctimas y verdugos.

    Un miliciano para cortar el caudal de aquella voz maravillosa le asestó un terrible ballonetazo en la garganta, su órgano más noble, dejándole mal herido. Tras una primera ráfaga, D. Melquíades había intentado levantarse del suelo y revolverse contra sus verdugos, algo que le impidieron con una nueva ráfaga de ametralladora. Ahí están sus fotos para escarnio de sus asesinos en el Libro Avance de la Causa General.

    Ésta fue la segunda de las tiranías que sufrió D. Melquíades. La tiranía de sus verdugos. Otra de las acepciones del término tiranía, según la RAE: “Dícese del que abusa de su poder, superioridad o fuerza”

    TRASLADO DE LOS RESTOS

    “Hacia las 2 de la madrugada sacaron los cadáveres del sótano y los pasaron ante el resto de los presos políticos. Los llevaban en escaleras de mano con un lienzo mal echado sobre los cuerpos muertos. Al día siguiente se dispuso la conducción de los cadáveres al cementerio, lo que se hizo en camiones. Los cuerpos de los muertos fueron sacados de la cárcel por dos hombres que al llegar al camión los lanzaban al aire como fardos. Uno de los cadáveres recibió tal impulso que en vez de caer en el camión fue a dar en el lado opuesto. “Pesa menos que un pollo”, apostillaron los lanzadores. Era el del tribuno.

    En las primeras horas de la mañana, un amigo de la familia comunicó que había visto al tribuno muerto. A través de mi abuelo Arturo Alvarez-Buylla, casado con la hija mayor de D. Melquíades, se pusieron en contacto con el Director General de Comercio, primo suyo, y éste aconsejó a los familiares que no apareciéramos siquiera por el cementerio pues si lo hacían su vida correría también peligro, por eso tuvieron que ponerse en contacto con un empleado de la Funeraria que se encargó de su localización y de los trámites necesarios para el enterramiento . No sería por tanto la fosa común la última morada del político, sino un humilde nicho en el Cementerio de la Almudena.

    Como afirma Serrano Suñer, testigo de aquel momento: “Este crimen, el crimen de la cárcel modelo no lo borrarán nunca. Nunca. Fue tan extraordinario que aquella misma noche se señaló a la barbarie…”

    Efectivamente, el suceso causó un gran impacto entre los dirigentes republicanos. Manuel Azaña, Presidente de la República y que fue correligionario suyo en el Partido Reformista, lloró la noche en que D. Melquíades fue asesinado; y según su cuñado Rivas Cheriff, quiso dimitir al enterrarse. El asesinato también afectó grandemente a Régulo Martínez, presidente de Izquierda Republicana; a José Giral, jefe de gobierno, que lloró amargamente; a Alcalá Zamora, que lo calificó de absurdo, e indignó a Indalecio Prieto, que en un escueto comentario dictaminó: “Hoy hemos perdido la guerra”. Aquel mismo día 23 se crearía mediante Decreto del Gobierno el Tribunal Especial de Justicia – Tribunal Popular- en Madrid , y dos días después se haría extensivo al resto de España. Sin duda una medida para calmar los ánimos exaltados pero también para dar una buena imagen en el exterior, tras el crédito perdido pues tan pronto se difundió por el mundo el crímen, las democracias liberales se pusieron en guardia contra la República .

    MAGNICIDIO

    ¿Sucumbió D. Melquíades a causa de un motín de la chusma, o como Calvo Sotelo, fue blanco de la fría y alevosa conjura del mismo poder que estaba obligado a proteger su vida? .

    Las investigaciones realizadas por el equipo que formo junto con Miguel Ángel Villanueva y José Antonio García Pérez nos han llevado al descubrimiento de unos textos escritos por uno de los correligionarios políticos más próximos a D. Melquíades. Textos inéditos escritos por el que fue secretario particular del tribuno asturiano, Francisco Martínez Ramírez, y que desvelo en este ensayo. Esta es la trascripción de un fragmento que está manuscrito en cuartillas de Melquíades Álvarez como diputado a Cortes:

    “¿Quién armó el brazo de los asesinos de Melquíades Alvarez?. Yo lo conozco, pero su nombre no saldrá nunca de mis labios, ni de mi pluma, porque ni siquiera debe figurar en la historia de la criminalidad. Debe ser buscado entre los detritus de la envidia. Melquíades Alvarez tenía un imitador de su oratoria, un envidioso de los triunfos del gran orador. No muchos días antes de aquel horrible fusilamiento, le escuché frases grandilocuentes exaltando la necesidad de realizar justicia contra los hombres que él consideraba traidores a la Patria y apuntando los fusiles contra Melquíades Alvarez. Es su constante retractor; y pocos días antes del crimen de la cárcel modelo, me encontré en la calle con el asesino, quien me dijo en tono y ademanes harto elocuentes: ¿pero es que su Jefe está todavía en la calle?. Y en efecto, pocos días después era enviado a la cárcel modelo y asesinado” .

    Así las cosas, el asesinato de Melquíades Alvarez cobraría una dimensión diferente. Esta declaración confirmaría nuestra hipótesis de que D. Melquíades, no murió como víctima desafortunada de unas turbas, sino como parte quizás de un complot político, un magnicidio, que tenía como objetivo eliminar a esta importante cabeza política, que con su voz autorizada y siempre honesta criticaba la República sin orden, y que podía desestabilizar aún más el débil régimen republicano en aquellos momentos tan delicados. Por tanto, las milicias fueron los verdugos, pero el Gobierno fue al menos el cooperador necesario, cuando no su autor directo, al crear el riesgo de su detención sin mediar delito, y al negarle el socorro ante el cariz que tomaron los acontecimientos a partir del 17 de agosto.

    Así se entienden mejor, las lágrimas del Presidente de la República, Manuel Azaña al enterarse de la muerte del tribuno; también que el Presidente del Gobierno, José Giral se presentara en Palacio llorando. Sabían el peligro a que habían sometido a su antiguo Jefe: primero, deteniéndole sin cargos; segundo, sin ofrecer reacción a los acontecimientos cada vez más incontrolados que se sucedían en La Modelo los días anteriores al crimen, y tercero, el día antes de su asesinato cuando el Director general de Seguridad visitó a Giral. No hicieron nada.

    Y acabo con unas palabras que pronunció en el parlamento en los años 20 presagio de su trágico final: “Cuando hablan por ahí ciertas gentes de dar la vida por el Poder, a mí esto me parece una hipocresía, que significa que están dispuestos a no darla nunca. Esa es una oferta que no se brinda a la opinión; ese es el accidente de los gobernantes, como puede ocurrirle a un albañil caerse de un andamio y matarse. No puede constituir vanagloria; lo que hay que procurar es que si ese momento llega, los que quedan aquí, en esta tierra, donde se cosechan tantas pasiones, pero donde a veces triunfa la justicia, puedan otorgársela a quien ya sea cadáver y decir: Ese es un hombre que se ha sacrificado por la Patria y que ha cumplido con su deber”

    La sangre derramada con tan cobarde asesinato fue el último e importante servicio que prestó el ilustre tribuno a la nación española. Y con él moriría su esperanza de ver una “tercera España”, esa España reformista que tenía un proyecto de democracia y regeneración en medio de los odios, y que los españoles conquistamos hace muy poco con nuestra Constitución del año 1978.

    Y termino. La tercera acepción del término “tiranía” es esta: “Dícese de la pasión o afecto que domina al ánimo o arrastra al entendimiento”. Aún soporta D. Melquíades la tercera y última tiranía: la del olvido.

    Gracias a este Ateneo de Gijón por librarle de ella con este ciclo.

    Manuel Alvarez-Buylla Ballesteros

    Académico Correspondiente de la

    Real Academia de Jurisprudencia y Legislación

    Bisnieto de Melquíades Alvarez

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