Alexander-Gustave Eiffel nació en Dijón (ciudad de Francia, famosa por su vinagre y mostaza), el 15/12/1832. Cosa curiosa es que su apellido viniera de la región alemana, procedencia de sus antepasados, y que para los franceses supusiera el no poder pronunciarla bien (Bönickhausen). Su padre era húsar del Imperio Húngaro y militar de carrera, pero no os comáis de vista a su madre, una mujer adelantada a su tiempo, que regentaba, con gran maestría e inteligencia, un negocio de maderas y carbón. Desde bien pequeño, estuvo muy apegado a sus tíos, Jean-Baptiste Mollerat y Michael Perrat, químicos, que enseñaron al chico los primeros pasos de la química y otras ciencias. El niño se había «engolfado» con aquellas enseñanzas y se negaba a asistir al colegio: algo le animó Historia y Literatura, pero no le satisfacían ni aún mudando de centro ni de estudios. En 1855 consiguió el título de ingeniería, semejante a los famosos «masters» que se inventan algunos políticos. Charles Nepven le encargó dirigir las obras del puente de hierro sobre el río Garona, cerca de Burdeos. Ahí imprimió su carácter, poniendo en la cimentación un sistema de aire comprimido. En 1867, junto a su amigo belga Téophile Seyrig, creó la Eiffel et cie…; utilizó 42 puentes de hierro en la línea de Poitier-Limoges, también entre Commentry y Gannat. Saltó a Chile, Bolivia, Perú, Portugal, donde dejó constancia de sus obras. En Portugal hizo el puente de Maria-Pia, que cruza el Duero, cerca de Oporto… Seguirá.
Kartaojal
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