Parece que a algunos, metan aquí los dos géneros, en mi partido, les ha venido a visitar el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas y les han entrado las prisas. «¡Ay Dios! ¡Ay Dios! ¡Voy a llegar tarde!».
Prisas, a los unos, por valorar desde suposiciones interesadas, no la realidad, sino sus secretos deseos de lo que hubieran querido que pasara y que, afortunadamente, no pasó. Prisas, a los otros, por responder con las entrañas en la plaza pública del Facebook. Y lo han hecho sin medir las consecuencias de sus actos y palabras. La falta de ozono y el calentamiento global hicieron el resto. Y las redes sociales y la prensa se han hecho eco de nuestras torpezas. El resultado pueden imaginárselo.
La templanza, en política, gran desconocida y confundida por estos lares desde siempre con la cobardía, consiste en discernir entre lo accesorio y lo importante, lo que conviene de lo que no. Y, mientras no nos demos cuenta de que este no es el camino, flaco favor le estaremos haciendo a los 4.326 votantes que confiaron en nosotros en las pasadas elecciones municipales.
No faltan los voceras, con su particular cocktail de agravios y rencillas, que gritan en todo momento, ajenos a la tarea que queda por delante, que es enfrentarse, desde la lealtad institucional que nunca tuvo el PP, a una mayoría absoluta de la derecha, con rigor y con propuestas, alzando la voz y las ideas, defendiendo desde el primer momento los intereses de Torrevieja por encima de todo. Una labor de oposición que no puede estar lastrada desde su inicio con las batallitas del abuelo cebolleta. El futuro, que lo hay, del socialismo torrevejense, no pasa por ahí.
En cuestión de la defensa de Torrevieja no tengo lo que en la práctica legal se conoce como «conflicto de intereses». Y ahora tocaría luchar por que Torrevieja tuviera el peso institucional que se merece: un diputado/a provincial por el Partido Socialista local. Y, claro, todo este circo no ayuda mucho. Mi partido y quien tenga en su mano revertir esa decisión deberían tomar nota de esto que digo. No voy a estar en lo que signifique socavar el apoyo de esos 4.326 ciudadanos y ciudadanas que depositaron su voto cargados de ilusión y de esperanza. Un líder político se forja en la adversidad, en las decisiones que toma, en la defensa de sus convicciones últimas, en entrever entre el humo y la furia, el rumbo que hay que tomar. Y ahora toca Torrevieja, la ciudadanía en general, la ilusión de esos 4.326 ciudadanos y la defensa de unas siglas, PSOE, y todo lo que ello representa.
Está claro: la estupidez no es el camino.
«…con rigor y con propuestas, alzando la voz y las ideas, defendiendo desde el primer momento los intereses de Torrevieja por encima de todo.»
Rigor, ideas y poner el bien común por encima de todo es algo que el PSOE no ha hecho nunca. Cuando se redactó la Constitución amenazaron con levantarse de la mesa si no se metía la palabra «nacionalidades». ¿A quién servían con esa cesión? A España no, pero a sus enemigos; y a ellos mismos, que rentabilizaron la cosa pactando con los nacionalistas para asegurarse mayorías sucesivas hasta el día de hoy.
¿Adónde va este PSOE? ¿Adónde nos lleva? Ha pactado con la ETA. Zapatero negoció cesiones políticas a los terroristas, cosa que juramos y perjuramos que nunca haríamos.
Si la militancia tuviera decencia política y vergüenza, se esconderían debajo de las piedras.
El PSOE en la mayoría del territorio es un partido nacionalista más