Gilberto

¿Quién iba a creer que, después de Schindler, que vimos en la película «La Lista», que salvó a miles de judíos contra los nazis, nacería otra alma de Dios para salvar a miles y miles de niños, en la segunda Guerra Mundial, especialmente españoles, de la crueldad, de la amargura, del abuso, del hambre, de la miseria, de la persecución, del exterminio -aparentemente unos cuarenta mil (40.000), que se dice pronto, contra las barbaridades de las guerrilas, guerras, de las insurreciones, del odio y de la locura del ser humano, casi siempre ignorante e incomprensible, insensible e incapaz de realizar algo positivo o práctico para sus semejantes? Siempre se ha dicho que los hombres más inteligentes cometen las más estúpidas barbaridades, ¿verdad?
¿Quién fue ese ser humano con tanta alma y amor para sus iguales y semejantes, que nunca quizo que supieran su nombre o identidad por la clase de trabajo que realizaba en este mundo, a veces tan alocado y cruel?
Le llamaban Gilbert, amabilísimo y cordial, sensible y sincero, directo pero sincero, hablaba con todo el mundo sin problemas, y vivió 102 años, en una área llamada Chiautia, en Puebla, Méjico, y sirvió a su país en muchas ciudades europeas, donde dejó siempre muy buenas impresiones, aunque fue en ocasiones torturado mental y físicamente por los compadres de Hitler, de Mussolini, Laval, Franco… Pero no afectó a su vida.
Dejé su nombre para el final, como él deseaba: Gilberto Bosques Saldívar, gran hombre.

José Antonio Rivero Santana

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