Ni loca ni «ná» (1)

El 6/11/1479 nacía Juana, mal llamada «La Loca», en Toledo. Era hija de los Reyes Católicos y por ello reina de Castilla, Aragón y Navarra. A los 16 años la casaron sus padres con Felipe «El Hermoso», Rey de Portugal y archiduque de Austria. Con este matrimonio, y dado que las mujeres no contaban para nada, se hizo el marido rey de todo lo de Juana. Felipe no era hermoso, más bien feo, pequeño y contrahecho, pero la «niña» se enamoró de él y sólo veía por sus ojos. Poseedor de esa ventaja, practicó sexo, violó e incluso mató a alguna dama de la corte; después, tendió su radio de acción por sus posesiones, haciendo lo mismo con las esposas, madres e hijas del campesinado, de las venteras y todo lo que llevara faldas. La reina tenía sus vasallos fieles y espías para vigilar al marido. Una noche se presentó, rodeada de su séquito, en uno de esos lugares, donde el rey yacía con una campesina, y allí le montó Juana el «pollo», tanto que fue confinada en una torre del castillo de Tordesillas. Lloró la dama la traición, el desamor y desprecio de quien amaba con locura. Rezó por la salvación del alma pecadora que la engañaba y tuvo su «premio», porque una noche en una venta, el rey quiso «forzar» a la esposa del campesino, que fue avisado a tiempo, entablándose un duelo entre el paleto y el monarca, cuyo cuerpo fue atravesado con una hoz, muriendo. Salió Juana de su encierro para las exequias y para reclamar sus propiedades, pero chocó con su padre y su hermano Carlos, que la volvieron a encerrar, y el astuto hermano le hizo firmar, bajo amenaza, que le cedía todo a él por ser hombre, aunque él dijo que se lo dio con un abrazo y el pacto quedó sellado…

Continuará

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