Rodolfo Carmona
Toda toma de partido conlleva sus riesgos. No comulgar con todas las ruedas de molino, también. Y no querer acabar, metafóricamente, con el contrincante por defecto, ya ni les cuento.
Dicen que hablar de las cosas a toro pasado es siempre más fácil, pero, en ocasiones, tomar partido por algo o por alguien que forma parte del antes de ayer cercano es algo más complejo. Quisiera en estas líneas romper una lanza por una figura que está siendo ninguneada y que, a mi parecer, es de una injusticia, que admite cualquier calificativo menos el de poética. Me estoy refiriendo a la figura del anterior alcalde, José Manuel Dolón.
No seré yo quien no admita que el anterior Gobierno, con José Manuel Dolón a la cabeza, no se equivocó. Ni seré tampoco, quien afirme que todo fue maravilloso. Su gestión no estuvo exenta de errores ni de altibajos. Pero, en justicia, su mandato fue un soplo de aire fresco en el aletargado ambiente en el que se había movido el poder municipal en los últimos veinte años.
Y, sobre todo, fue todo un alegato de cómo sobrellevar, sin renunciar a los principios y a la valentía de quien no va a ceder en lo que considera primordial, la dificultad de un Gobierno en minoría, frente a una oposición liderada por un Partido Popular encaramado al apocalipsis y al fantasma de una moción de censura que nunca llegó, pero que siempre estuvo presente.
Lo esencial se muestra siempre en los detalles. Y, en eso, José Manuel Dolón dio muestras de estar en política con las ideas muy claras y los bolsillos transparentes. Y su gestión como alcalde de la ciudad no puede quedar opacada por las medias verdades o el juicio apresurado de quien no termina de entender que la democracia es la alternancia en el Gobierno.
En los últimos plenos, me ha dado más que la impresión de que se pretende lanzar un manto de plomo sobre la figura del anterior alcalde, en una sucesión de andanadas cargadas de negatividad y mensajes de constante disminución de su figura; donde el mandato de José Manuel Dolón es la escupidera en la que cabe cualquier esputo, ejemplo de mal gobierno frente a los excelsos gestores del PP, cuya valía, si hacemos caso de la propaganda, alcanza cotas cuasi beatíficas.
En ocasiones, los bajamares de la política dejan al descubierto demasiadas imperfecciones, pero, entre esas imperfecciones, podemos adivinar también la nobleza del servidor público que ejerce su labor casi como un sacerdocio. Aunque ese sacerdocio, lamentablemente para la ciudadanía, se escriba sobre la levedad de la arena, al albur del viento y el oleaje, que lo hacen frágil, sí, pero lleno de autenticidad.
Afortunadamente, la historia es tozuda y nos recuerda que fue posible el sueño, la consecución de la legítima aspiración de la izquierda de volver a gobernar en la ciudad y sólo lo fue porque alguien como él estaba en primera línea y fue capaz de concitar acuerdo y consenso en torno a su trayectoria. Justo es reconocerlo.
Y ese sueño sigue vivo, palpitante, latente. A la espera de un proyecto que vuelva a recoger ese sueño, lo levante y, finalmente, lo concrete en un nuevo alcalde desde la izquierda. Hay cuatro años por delante para asumir ese desafío.
Sin que te haga falta, sustento muchas de las ideas que expones en esta intervención. Sólo una condición: que no se olvide que el más fidedigno test que deben aprobar los políticos y las políticas que ponen en práctica es el resultado de las siguientes elecciones, el cual dijo a J.M Dolón y a su nefasta «alter ego», NO VA MÁS.
políticos y las políticas, Robertos y Robertas