Rodolfo Carmona
Concejal del Grupo Municipal Socialista
Nada me gustaría más en esta tarde de agosto, alejado del rumor y la ambición, que levantar un sobrio alegato contra la estupidez política, contra esa forma de no hacer política en donde se juega al despiste permanente, siempre en el terreno seguro de la equidistancia y la sonrisa calculada, sin más trasfondo que asegurarse la continuidad en primera línea o un retiro dorado de champán y cartera llena.
Nada me gustaría más, decía, que levantar un sobrio alegato contra la estupidez política, pero estos tiempos acuosos donde la filosofía es un envase desechable y los ideales profundos tienen consistencia gelatinosa y aroma a contenedor podrido hacen casi imposible esa ensoñación.
Llevo ya algún tiempo teniendo la impresión de que los caminos por los que transita la política local se han torcido, se han adentrado en vericuetos peligrosos, donde por unos o por otros las certezas se tornan en papel mojado, las mesas de contratación en un baile de máscaras venecianas y las claves para entenderla se pierden tras cada dimisión y nuevo cargo. Dimisiones y nombramientos de los que ya va uno perdiendo la cuenta y no le queda muy claro a qué obedecen tantas idas y venidas, tantos dimes y diretes. Y el verano es territorio abonado para la especulación y la lectura de novela negra.
Y uno necesitaría un buen trago de ron Brugal, además de la ayuda del inspector Maigret, del comisario Montalbano, del detective Bernie Gunther o del mismísimo Hammet para desenredar la madeja y sacar algo en claro. Convendría que el pasado no regresara a la casa consistorial y los armarios no guardaran la letra pequeña de ninguna contrata.
Cae la noche literal y metafóricamente sobre la página en blanco, ojalá no lo haga sobre la política local, para ello convendría no aplaudirnos ante el espejo de la complacencia, unos creyendo -no todos, dejémoslo claro- que son la leche en la acción de gobierno y otros -no todos, dejémoslo claro- bien acomodados en su papel de segundones, tras la estela del poder sin alzar demasiado la voz; de «winners» de diseño bajo la luna de Valencia y autoproclamados césares de Roma ante las camarillas de un senado ad hoc, sin darse cuenta de que ésta ha caído y los Bárbaros se bañan en el Tíber. Mal andamos. De los tibios no será el Reino de los Cielos.
«…contra esa forma de no hacer política en donde se juega al despiste permanente, siempre en el terreno seguro de la equidistancia y la sonrisa calculada, sin más trasfondo que asegurarse la continuidad en primera línea o un retiro dorado de champán y cartera llena»
Si no lleva cordones puede ser «Mocasines», en caso contrario: Pedro Equidistancia.
«Dimitir de la estulticia»
Cree que los palabros te vacunan contra el mal