Clementina (Clemen para los amigos), metió en el barreño de zinc el jabón casero, los polvos blancos y el azulete; luego lo llenó de ropa blanca y se marchó al río. Lavó todo y lo dejó tendido en los romeros, diciéndoles a las vecinas, que también estaban allí lavando, que se la regaran de vez en cuando, mientras ella iba a su casa a echar una mano a su suegra, que quedó al cuidado de todo y de su hijo de 3 años. Ya, de paso, se traería lo de color en la canasta. La suegra, dado que ella estaba encinta de 4 meses, no quería que cargara con tanto peso y quería hacerlo ella, pero Clemen era fuerte, joven y podía con todo lo que le echaran. Al volver al río, ya se habían ido las vecinas, pero vio la ropa regada. Ella se puso a lavar lo de color cuando, de pronto, sin saber cómo ni de dónde, sintió que un perro le había mordido en el brazo. Lo espantó arrojándole piedras. El animal estaba en los huesos, porque en aquellos tiempos no había piensos compuestos y comían lo que encontraban en los campos. El resultado fue su cambio de carácter, escalofríos o sudores. Un médico que pasó por la aldea habló con la suegra diciéndole que Clemen estaba rabiosa y había que aislarla. Justo a los 40 días murieron ella y el feto de una muerte horrible. Aquello fue un drama para la familia y el poblado.
Kartaojal
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