Tanto el amor como la libertad no tienen precio, pero parece ser que el problema es que ambas tienen que ir juntas para que ambas funcionen, porque no existe amor sin libertad ni libertad sin amor, así de fácil, asi de difícil, como aquel hombre que, después de perder a su querida esposa, no pudo vivir sin ella, no pudo comer ni beber, y falleció sólo unos días después, a pesar de la ayuda de médicos y familia, lo cual demuestra que no se puede, pese a lo que pese, ordene lo que se ordene, luchar contra lo imposible o luchar contra el amor.
Todos sabemos, o tenemos alguna idea, de los increíbles, innumerables, problemas de Cuba, de Méjico, por mencionar algunos países latinos, pero muchísimas familias están intentando escapar en busca de una libertad y bienestar merecidos, por lo que un padre y su hija pequeña de unos tres años de edad deciden intentar pasar desde Méjico a Estados Unidos nadando por el Río Bravo (Grande), pero perecen unos metros antes de llegar al destino, y es que el precio de la libertad, la persecusión del bienestar, es ilimitado. Ese padre, esa hija, dejaron detrás una madre y unos hermanos e hijos a los que prometieron libertad y bienestar, pero no pudo ser, no porque dejaran de intentarlo ni dejaran de soñar, sino porque unos tienen más suerte que otros, posiblemente porque ése era su destino.
No existe amor sin libertad ni libertad sin amor, y no debemos dejar de amar o soñar.
José Antonio Rivero Santana
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