Henri Bergson
Fue a propósito de un espectáculo televisivo sobre el Nuevo Circo Shangai, que, más que como ejercicios gimnásticos, me dieron pie a estas consideraciones sobre el equilibrio que ha de mantener la mente entre lo que percibe y lo que programa y las escaramuzas de cualquier espectáculo, que nos ayudan a reflexionar sobre lo más insignificante que podamos percibir pero que, no obstante nos ayudan a examinarnos a nosotros mismos.
Ya Busuet mantenía que esta reflexión sobre lo que percibimos actuaba como si fuera la visión interna prolongándose internamente hacia lo que percibimos. Muchos han expresado esto de manera muy diversa, pues la mente necesita de este estímulo para poder reflexionar: El «no hay nada en nuestra inteligencia que no haya pasado antes por los sentidos» de Aristóteles confirmará el apotegma de que al nacer lo hacemos todos como una «tabula rasa» en que no hay nada escrito, lo que nos obliga desde un principio a examinarnos a nosotros mismos para poder incrementar intelectualmente, «comiéndonos literalmente nuestras propias palabras», diría el escritor indio Rabindranath Tagore, para quien la enseñanza occidental era con frecuencia pura técnica, al no motivarnos directamente.
Habrá necesariamente que referirse a la labor de desguace del pensador galo Henri Bergson (1859-1941), quien se concentró en el análisis de los datos inmediatos de la conciencia, que sólo duran un tiempo determinado: «La inteligencia no es más que la prolongación de los sentidos», mantenía el sabio, que, por otra parte, insistía en que hay que mantener a raya la diversidad entre lo que puede la física de la percepción y la conciencia de lo ya percibido. Fue laureado incluso con el premio Nobel de la Literatura (1927) y, según él, controlar la palabra oral o escrita implica también la labor del pensamiento: «Los conceptos están ya incluidos en los vocablos que escogemos para expresarnos», y resulta inútil separar lo que hacemos de lo que pensamos.
Pero bajando a lo más elemental, me encanta aquel dicho de Leonardo da Vinci insistiendo en que hay que pensar y «cuanto menos lo hagamos tanto más nos equivocaremos», a la vez que sopesamos lo observado, evitando que la mente se mire puramente a sí misma.
HECHOS Y DICHOS
No quiero pensar porque no quiero que al dolor del corazón se una el del pensamiento. Emilio Castelar
PROVERBIO CHINO
El pensar se parece al agua de un nuevo pozo que de turbia poco a poco se clarifica.
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