Imaginaos, a mi edad, que sólo alternaba con agua o leche, tomé algún chanquete y porrilla de boquerones fritos. Recorrimos varias tabernas típicas de la vieja Málaga. Los hombres comían de todo y bebían vino embocado y Málaga Virgen. A la chita callando, mientras mi padre hablaba con ellos, yo, desde debajo de la mesa, alargaba la mano y cogía el cata-vinos, dándole un «trinque». En dos o tres buches, cogí una melopea que me tuvieron que llevar, en un tílburi, a la C/Larios, para que durmiera la pea. Mi padre estaba cabreado (con razón). ¿Dónde se ha visto un «comino» dándole al mollete? Al día siguiente, tenía tal resaca que, en todo el trayecto de vuelta, parecía que bailaban las campiñas. Cada vez que sacaba la cara por la ventanilla, me sentía fatal. Cuando mi madre se enteró, se mondaba de risa, y me decía: «¿Vas a ir mañana con tu padre de viaje?». «¡¡Bicha…bicha!!», le respondía, porque no quería hablar del asunto. Papá era un hombre alto y fuerte, pero tenía fama de serio y «esaborío», como dicen por allí: en cambio, con mi hermano Paco y conmigo desplegaba su ternura y jugaba con nosotros a «arre caballito» o «ricotín, ricotán, de la vera, vera van, del palacio a la cocina, ¿cuántos dedos tienes encima?». Ponía la mano en nuestra espalda y teníamos que adivinar los dedos que nos tocaban: podían ser 1-2-, todos o ninguno; si lo adivinábamos le tocaba a él, que ya estaba hasta las narices de aguantar lo pesados que éramos, al ser tan pequeños.
Es un paseo maravilloso por esos tus recuerdos; además de bonitos son entretenidos y divertidos …. besos y ¡¡ nos vemos !!
Gràcia.
Te conozco de toda la vida y te digo que eres asombrosa.Muchas gracias por tu fidelidad al leerme todas las semanas.Un besote