Lunes
Leí en una ocasión que el hombre emplea la palabra hablada o escrita para expresar el significado de lo que desea transmitir. El lenguaje está lleno de símbolos, de recovecos y expresiones. Algunas carecen de significado en sí mismas, se convierten en algo vago, desconocido y oculto.
Y ésa es la sensación que me transmitió el portavoz de APTCe en uno de los últimos Plenos municipal. Domingo Soler anda encriptado y enigmático en su discurso político. No sé si el sr. Soler no hace más que expresar un anticuado «misoneísmo»: miedo a lo nuevo y desconocido. Los antropólogos señalan que uno de los desordenes más comunes producidos entre los pueblos primitivos es el que llaman «la perdida de un alma». Estará todavía el sr. Soler intentando recuperar el alma perdida, la coherencia política de unidad y pertenencia a un grupo, a ese grupo al que perteneció y en el que se formó durante tantos años. Continuará…
Martes
Corría el año 1962, el mes era el de junio y el día el 12, cuando un grupo de torrevejenses, todos ellos simpatizantes del At. de Madrid, constituían de una manera oficial, en nuestra localidad, la peña de dicha entidad.
La sede social se estableció en el desaparecido bar Quinín y la primera junta directiva estuvo compuesta por D. Pascual Ortiz Roche (Presidente), D. Mario Gutiérrez Chazarra (Vicepresidente), D. Andrés Navarro Morales (Secretario), D. Francisco Martínez Martínez (Tesorero) y ejerciendo de vocales D. Claudio Murcia Gas, D. Victoriano Aniorte y D. Maximino Ortuño Sánchez.
Cincuenta años interrumpidos de actividad social la han convertido en la más longeva de todo el territorio nacional.
Y, de nuevo, la nostalgia unida a la emoción, recordando y sintiendo el peso y el sonido de aquella época, de aquellas gentes, de aquellos autobuses insufribles en carreteras intransitables rumbo a cualquier ciudad, a reencontrarse con un sentimiento, con unos colores con un equipo. Miro ahora de nuevo con la nostalgia de una niñez que estuvo marcada por la Peña del At. de Madrid de Torrevieja y sus gentes.
Miércoles
Me cuentan que cuando Manuel Pamies finalizó la entrevista para el periódico Información a D. Francisco Díez (ex-alcalde de Torrevieja y Premio Diego Ramírez Pastor), ante la atenta mirada de su hijo David, que también estaba presente, éste se puso en pie, se dirigió a D. Francisco y tras darle un apretón de manos le espetó: «Ahora sí se ha cerrado la transición en Torrevieja».
Del premio no voy a decir ni pío, que después todo se sabe, los que me conocéis ya sabéis lo que pienso al respecto. Pero de lo que sí voy a hablar y sobre todo a opinar es de la figura de un alcalde, que lo fue de TODOS los torrevejenses, y al que esta ciudad, de alguna manera, le debía un reconocimiento y un homenaje. D. Francisco Díez no sólo fue el alcalde que consiguió traer el agua del Taibilla a nuestra localidad (uno de los méritos en que se basó el jurado para otorgarle el mencionado premio), también, y de alguna manera, trajo el espíritu de la transición, del diálogo, de la proximidad y la comprensión de todos los problemas de sus paisanos y, fundamentalmente, la dignidad y la elegancia con la que supo estar en una Alcaldía en unos tiempos complicados y difíciles de manejar.
JUEVES
Cuentan que, siendo alcalde, desde Alicante le enviaron a un arquitecto para empezar a elaborar el primer plan general. El buen señor, estando en el despacho de Alcaldía, le comentó a D. Francisco: «Bueno, antes de empezar a tirar líneas, coménteme usted dónde tiene alguna propiedad o terrenos». La respuesta fue fulminante: «Ni mi familia, ni yo, ni ningún ciudadano de este pueblo tiene nada, usted desarróllelo con los mejores criterios técnicos y profesionales y con el convencimiento de que será lo mejor para la ciudad». Con este ejemplo, creo que queda todo dicho. Enhorabuena, Paco, por este reconocimiento tan merecido.
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