Recientemente oía en la radio las declaraciones de un conseller valenciano que se defendía de las acusaciones vertidas contra él, en relación con los tratos de favor que supuestamente había otorgado a unos amigos suyos y socios de su mujer en una sociedad.
Incluso a la susodicha beneficiaria de las adjudicaciones también le hizo un contrato de trabajo de secretaria en las Cortes Valencianas, en el que lleva trabajando más de una década.
El conseller y diputado referido siempre ha estado allá donde «se cuecen las decisiones». Fue un acérrimo Zaplanista y hoy un convencido Campsista. A lo largo de todos estos años, ha ido ocupando las carteras más importantes de la Generalitat.
Haciendo defensa a la crítica vertida hacia él, decía que lo que había hecho era legal y por lo tanto era ético. Permítame que le contradiga, sr. conseller. Ética es «el conjunto de normas morales que rigen la conducta humana», y legalidad se define como «el ordenamiento jurídico vigente», según el diccionario de la RAE.
La legalidad es algo que es fácil de determinar y es de esto de lo que se suelen ocupar los jueces; cuando alguien actúa ilegalmente, es porque se ha saltado una norma, ley o procedimiento vigente en la legislación actual.
La ética es algo mucho más amplio y que afecta a las normas morales de las personas.
Un político es una persona muy respetable por su acción de trabajo y ayuda a los ciudadanos en general; lo que no puede hacer nunca un político, haciendo uso de sus prerrogativas, es beneficiarse directa o indirectamente de sus decisiones. Llegó a decir el sr. Zaplana que él se había metido en política para enriquecerse.
Para mí, un político ha de actuar, en primer lugar, guiado por la ética, y seguro que por este camino le llevará a la legalidad, y si actuase fuera de esos cauces de legalidad y ética, que dimita.
Lo legal no siempre es ético, pero estoy convencido de que lo ético sí es legal.
No soy jurista, y un juez tendrá que determinar si la acción suya es o no legal, pero lo que yo le aseguro que su actuación no es ética, por mucho que Vd. diga lo contrario.
Lo mismo ha ocurrido estos días con el sr. Trillo: mucho exigir que dimita el sr. Bermejo, pero ni caso de la dimisión solicitada con anterioridad para él, no sólo por los políticos de la oposición, sino por los propios familiares de los militares muertos. Esto no es sólo falta de ética, sino de vergüenza política.
Joaquín Garrido Mena
Militante socialista
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