José Manuel Martínez Andreu
Nos contempla desde lo alto cuando entramos a Torrevieja por el norte. Allí se yergue majestuoso el Auditorio-Conservatorio Internacional del que Gerardo Camps, a la sazón Conseller de Economía, destacó su espectacularidad. Afirmó, el otrora honorable mandatario, que esta obra convertiría Torrevieja en un referente nacional e internacional en el mundo de la cultura y de la música. Tras 42 millones de euros de coste público, el templo de la música languidece y espera la llegada de músicos, coros, óperas y sinfonías, y el conservatorio superior mantiene las puertas cerradas a los alumnos que no llegan, que no llegarán.
Pero esas lujosas puertas ahora sí se abren. Será en noviembre. El Auditorio-Conservatorio presenta su primera obra. Se trata de la I Edición del «Costa Blanca Russian Meeting Point», un nombre extravagante para definir un mercado persa, un outlet de viviendas, una sinfonía del ladrillo al compás de inmobiliarias, constructoras, bancos y demás virtuosos de la especulación, eso sí, para el público ruso, creo que en exclusiva. Ahora bien, habrá que decir a estos ciudadanos rusos que ahí donde podrían escuchar «l’Oiseau de Feu» de Igor Stravinsky oirán el silencio sepulcral del stand de algún banco exhibiendo sus productos tóxicos, sus trofeos miserables fruto de desahucios, eso sí, a muy buen precio; advertirles seriamente que donde hubieran disfrutado de Serguéi Rajmáninov y su «Isla de Los Muertos», aparecerá un zafio complejo de adosados de cualquier inmobiliaria hambrienta; tienen que saber también, cómo no, que en el lugar donde podrían disfrutar de «Pedro y el Lobo», de Serguéi Prokófiev, se amontonarán las rebajas de cualquier constructora desesperada. Pido a estos ciudadanos que, sin duda se sorprenderán al comprobar las magníficas condiciones del auditorio utilizado para tamaño disparate, sean benévolos en su juicio a Torrevieja y a su gente. No somos todos iguales.
El Auditorio-Conservatorio Internacional de Música se convertirá, pues, este mes de noviembre, en el envoltorio adecuado, por su acústica, para guardar el silencio del infame espectáculo de su interior e impedir que llegue a traspasar sus muros para avergonzarnos a todos. Este noviembre sí, esa magna obra de ingeniería y arquitectura, concebida para disfrutar de la música y de su enseñanza, abrigará una ópera bufa, una mezquina sinfonía de lo absurdo y patético. A la batuta, dirigiendo la farsa, estará el Patronato de Turismo de la Diputación con la intervención de algún alcalde solista de la Costa Blanca y con la única música que conocen, la del dinero.
Y es que, estimados visitantes, tengo que decirles que estos representantes públicos escupen sobre la cultura musical como yo la lloro, la lloramos muchos. Y os digo además que haré un llamamiento, una invocación o más bien una plegaria, para que Stravinski junto con Prokofiev y Rajmáninov vengan desde la estepa, por las laderas del Moncayo, armados con sus maravillosos instrumentos para echar a patadas musicales, de viento, de cuerda o de percusión, a estos mercaderes del ladrillo del templo de la música. Toccata y fuga de dignidad.
Dejar una contestacion