Un ratón en la cocina (de tu vida)

Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro

A saber, y obviando la opinión de biólogos, naturalistas y otras ratas de biblioteca, he llegado a considerar, después de varias incursiones (persecuciones, más bien) en el mundillo «ratatouille», hasta tres «modelos» de ratón que nos andan sorprendiendo con su presencia (nada deseada por otro lado), desde los tiempos más oscuros de la aparición del hombre en el mundo animal.
Comenzamos: Uno, «el ratón de pueblo» (nada importante que decir sobre él a todos aquellos que vivan en Torrevieja o la visiten alguna vez), se le reconoce fácilmente por su desplazamiento campechano y bacilón a lo largo de tu cocina, salita de estar, paseos de la playa, calas, vertederos y patios ajardinados, sin jardín. Dos, «el ratón de la aldea global» (se diferencia del anterior porque posee un largo cable-cola alargador y unos botones en las ancas traseras, desde los que se permite elegir opciones variopintas, por arte de magia e Internet), es un verdadero cabrón, por todo lo que puede llegar a enredar en cualquier lugar del planeta sin censura alguna. Y, finalmente, el tercero y más grimoso: el «ratón intangible del PP” (Pantalla de Plasma), que suele hacer una breve e ininteligible aparición ante los medios de comunicación (como si de un corte de mangas se tratara) y punto. Bueno, luego está el Ratón Pérez que, como es una ilusión infantil dental, lo encajo en esa España sublime de los niños y sus cosas.
¿A dónde quiero llegar?, ¿a denunciar, una vez más, lo infeccioso que resulta mirar y pasearse por esos «puntos verdes» de este pueblo con pretensiones ecológico-desalinizadoras?, ¿a averiguar si se podrían juntar estas dos palabras (ecología y desalinizar) sin que te produzca un ligero cortocircuito cerebral? Pues no a las dos cosas; ni se pueden asociar sin acalambrarse, ni voy a sacar a relucir la basura de este lugar, porque ya se muestra a sí misma, por sí sola, echando un vistazo a su alrededor. Esta vez, menos prosaico, voy a lanzar una piedra (mediana) al terrible pozo sin fondo de la historia del hombre y voy a enunciar la tremenda frustración, que escucho sin voz por todas partes: «QUIERO Y NO PUEDO».
¿Qué significa esto? Esto significa, ni más ni menos, que todos los anteriores roedores se han comido tal porción de tu queso (o sea, de ti mismo) que ya no sabes ni quién eres, ni hacia dónde te debes dirigir.
El primer ratón (de pueblo), el que te va enseñando el mundo subterráneo que debes soportar y al que te debes someter para sobrevivir, está instalado en tu propia familia (qué sorpresa, eh?). Sí señor, tu padre o tu madre, o los dos juntos, tal vez, te van a «orientar a su manera» (que no es otra que la del PP -recordamos: Pantalla de Plasma-), es decir, cómo debes resultar lo menos molesto para ellos, la sociedad y, sobre todo, para la «fábrica» donde te van a poner a trabajar para «pulir» finalmente cualquier atisbo de rebelión natural que te sobrevenga ante tanta sumisión idiotizante. Sí, querido lector, la familia y «el ratón PP» disponen de la misma estructura dictatorial para gestionar el entramado piramidal que los sostiene. Lo dije. Qué le vamos a hacer.
El segundo «ratón policía»(global) lo encontrarás en esas escuelas, institutos y universidades que siempre nos esperaron con morbo. Allí, los profesores, directores, rectores, curas, monjas, etc. te «insertarán» los programas que, nunca pusieron en duda (excepto ahora que hay recortes, y les afecta al sueldo y al tiempo libre) y que, de nuevo, el ratón del PP ha dictado, siguiendo instrucciones, que las ratas financieras europeas les apuntan incansablemente.
El tercer ratón «plasmoso» (PP), sabemos que es el más corrupto, el más incapaz, mentiroso y dañino por su corte intelectual rancio, sus creencias religiosas pervertidas y obtusas y su carácter cuartelario, simple y ramplón como un adoquín. Suficiente, no?
Después de todo lo dicho, ¿qué tenemos, pues?:
A) Que tres putos ratones nos están jodiendo la vida.
B) Que, últimamente, el ratón PP está apretando tanto las tuercas a su alrededor que, el ratón «familiar» y «escolar» se le han rebelado hace unos días y le han hecho una huelga por los recortes y demás.
C) Que al Gran Hermano de Plasma y cartón, ni los padres ni los docentes, ya, le quieren seguir el rollo, por mamón (mientras no les devuelvan empleos, sueldos y dignidad -que es lo que no debieran haber perdido nunca-).
D) Que, colateralmente, otras «castas privilegiadas» de la sociedad (médicos, farmacéuticos, jueces, abogados, etc.) han decidido salir a la calle para reivindicar lo que, años atrás, sólo trabajadores de la construcción, la minería, metalúrgicos y otros del rango FP exigían frente a los atropellos del Gran Ratón Colorao de la banca y las multinacionales que, entonces, atizaban de lo lindo. Lo siento, chicos ricos, pero esto va en serio y, como veis, ya no sois tan intocables como antes. ¿Eres cacique?, ¿no?, pues a remar y manifestarse como todo el mundo.
CONCLUSIÓN: Que lo único bueno de tener un ratón en la cocina, es que nos hace mover los muebles para desenmascarar y encontrar, de esta manera, al intruso, dándonos cuenta, pues, del MIEDO Y LA MIERDA que teníamos acumulada dentro de nuestra «propia casa» y que no sirve sino para empeorar la salud (física y mental) de todos los que habitamos en este jodío país.
NOTA: Si no te sientes identificado con ninguno de los personajes de esta metáfora, no te comas el tarro y ponte al tajo, que ya te va tocando, hermano.

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