Casi todos los días y a través de las distintas televisiones y prensa de nuestro país, vemos la gran cantidad de manifestaciones en protesta de algún proyecto de ley o decretos gubernamentales. Donde primeramente se observa esa falta de diálogo es en las mismas Cortes, debido a que existe una actitud ya premeditada de negar y decir que no a lo que propone la parte que en ese momento está gobernando. Estas casi obligadas protestas, llevadas a cabo por la oposición del momento, solamente constan de una negativa apoyada de gritos desentonados y vaticinando lo negativo que va a ocurrir en caso de aprobarse algún proyecto, pero en ningún caso presentan una alternativa viable para el mismo, o sea, que es decir que no por norma y no por convencimiento.
Lo más curioso de esto es que, cuando están fuera de cámara o del Congreso y, en sus mismos pasillos, hablan y dialogan, con micrófonos apagados, los distintos miembros de cada partido sin mostrar violencia verbal y en muchos casos sonriendo sobre sus comentarios y bromas. La violencia verbal que vienen desarrollando en los escaños, aun sin quererlo, se traslada a la calle, donde siempre existen personas de un solo color y que se alimentan de la misma, trasladándola posteriormente a las manifestaciones pacíficas que se promueven y convirtiéndose en el grupo radical y extremadamente violento que destroza el mobiliario urbano y el privado de las empresas con un importante costo para el estado y que pagamos todos los ciudadanos, así como heridos de consideración e instintos asesinos hacia las fuerzas del orden y policía.
Cuánto no sería mejor que cada grupo político expusiera sus ideas y criterios ante un nuevo proyecto de ley, y con buena voluntad por parte de todos llegar a un consenso democrático que, al menos, satisficiera la mayor parte de las ideas de todos, sin violencia verbal y con lenguaje afable y moderado. Estoy seguro que esto haría desaparecer la violencia de los grupos radicales y gran número de huelgas y manifestaciones.
Días antes de entrar Jesús en Jerusalén, todo el mundo lo alababa y creía en Él como el Hijo de Dios o Mesías por sus predicaciones y signos, recordemos el Domingo de Ramos, pero bastó una injuria por parte de los fariseos para que la mayor parte de las gentes se olvidase de lo que Jesús había hecho y demostrado y pidiesen con violencia su crucifixión aun sustituyéndolo por un criminal como Barrabás.
Aquí tenemos un ejemplo vivo de la violencia que puede desatar una mentira llevada a cabo por un grupo radical como es el de los fariseos.
Carlos García
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