Una abuela que ya no puede más

El amor de una madre es ciego, interminable, eterno, siempre sin compromiso, desde que la criatura nace, ahí está la madre. También está el padre, pero el amor del padre es diferente, él no guardó la criatura por nueve meses en su vientre, ni la mimó, ni habló con ella, ni le cantó, ni la parió, eso fue todo obra de la madre, siempre la heroína, la sacrificada, la que dice «no importa» a todo.
Cuando una abuela cuida a sus nietas, a sus nietos, para que sus hijos trabajen o busquen un trabajo, o porque gastan más de lo que ganan y necesitan tener dos trabajos, la abuela los cuida por amor, es su sangre, nunca se queja, lleva a los niños al colegio, los trae del colegio, los lleva a misa, les lee cuentos y libros, les da de comer, los baña, les lava la ropa, les compra regalos, los lleva de paseo, nunca dice «ya basta», pase lo que pase, la abuela está ahí, al pie del cañon… ¿Y el abuelo qué hace? Pues ayuda en lo que puede.
Pero, ¿qué ocurre cuando la abuela ya no puede más, el abuelo tampoco, pero sus hijos no se percatan de ello?
¿Egoísmo, carencia de consideración por parte de los hijos hacia sus padres?
Puro egoísmo, pura desconsideración hacia sus padres, cuando sus padres realmente deberían estar disfrutando de su retiro, cuando sus padres deberían estar de vacaciones despues de cuidar y darle estudios a sus hijos, algunos hijos parecen abusar de la amabilidad y amor de sus padres. La crisis, la carencia de trabajos, el malgastar el dinero… no los crearon los abuelos, pero los abuelos parecen estar pagando los platos rotos de los irresponsables.
Defendamos a los abuelos, defendamos la sensibidad y el sentido común, y esperemos que los hijos reconozcan cuáles son sus deberes y derechos, ya que el abuso siempre termina pagándose.

José Antonio Rivero Santana