Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro
El invierno, apenas, se despidió de aquella hermosa primavera. Se fue diluyendo, en silencio, caminando sin dirección, no estando, perdiéndose una vez más en la rueda del tiempo y la obsesión. Los seres humanos, somos como las estaciones: vamos y venimos, cíclicamente, sin saber muy bien porqué. Las mareas, el viento, los astros, la sed, el amor, aparecen, para retroceder más tarde, una vez cumplido el encargo de equilibriar (durante el periodo necesario) ese Universo, dónde estamos incluidos (según el National Geographic y el azar), para disfrutar de este lugar tan diverso y cabrón, llamado mundo. Aclaro que, la diversidad la lleva de serie y la cabronada es no haber nacido en las Maldivas, o en Nueva York (si es que te gustan los rascacielos y el show bussines a tutiplén y pasas del esnorquel maldiveño).
No entiendo de ciclos (ni de casi nada, diría yo), pero siento que estamos conectados a períodos en los que desarrollamos actitudes creativas, relaciones personales, viajes impensables,…. vamos, que nuestra energía se expande sin apenas esfuerzo, y todo es brillante, amoroso y lúcido. Los momentos felices se suceden y suben al Facebook por sí solos, para mostrar al mundo que estar vivo es un premio que debemos saborear hasta el último sorbo.
Pasado un tiempo, aparece ese alguien, que es el encargado cabrón de tocar el interruptor, y todo se apaga de repente. Ni fluidos, ni feeling, ni teatros y, además, de aquí no sale nadie sin permiso de la Guardia Civil (un suponer). Joder, con el ciclamen (ciclo y amén) de los cojones!. Ahora arriba, ahora abajo. Es posible que el Universo se sostenga entre sus múltiples ciclos, que no son ni más ni menos que tejemanejes para intentar mantener el Ibex35 de la mejor manera posible. Y como nuestras coordenadas vitales les pertenecen (al Universo y al Ibex35, a partes iguales), pues que toca joderse cuando toca y tocar palmas en abril, que es la feria de los andaluces y olé.
La ciencia y yo somos así. Ahora tienes dudas, ahora te lo explico tó (a mi manera, claro está).Los ciclos van asociados al cambio y el cambio al ADN de cada célula(sea la de tu vecina o no). Nuestro cuerpo es un recipiente, un envase cósmico, dónde se producen millones de transformaciones, físico-químicas, con el fin de mantener viva hasta la centenaria suegra ucraniana de Putin ¿Qué esperábamos entonces que sucediera en nuestro modesto devenir?, ¿que todo permaneciera intocable?. No, amigos y enemigos,….. noooo. Nuestra propia naturaleza está involucrada, hasta en lo más íntimo, en nuestra evolución permanente hasta la nada. Eso es, hasta la muerte, quiero decir. La vida camina hacia su final a través de un infinito cambio alucinógeno (ciclos). Por un lado, los ciclos nos permiten estabilidad, que no es poco. Pero este equilibrio decadente, es solo pura ficción, porque la dulce armonía, con olor a almizcle, se romperá de nuevo, porque existe algo en ese ADN, putañero y transgresor, que se ha cansado de innovar. Me explico. La creatividad nos ayuda a que los ciclos sean más amplios y atractivos. A que nuestro amor por alguien, por ejemplo, se prolongue un tanto más de la fecha de caducidad que marca ese ADN asesino que nos tiene fritos. SÍ, los ciclos se acaban cuando ya hemos aprendido, con o si el otro@, todo lo necesario para salir pitando. O, porque nuestra terca e irremediable incompatibilidad, monolítica, hace la relación insostenible.
Ciclos, períodos, paréntesis, espacios de tiempo dónde más vale que te comas pronto un chuletón, porque en el siguiente te toca un cocido con pelotas. Pero, una vez visto lo visto, me pregunto qué pasaría si lo güai y lo chungo (un ciclo es la suma de muchos momentos opuestos que se equilibran entre sí), se tuvieran que acoplar en ciclos de 1 minuto. Creo que no acabarías de echar un polvo, cuando ya tendrías una piedra en el riñón jodiéndote la media. Vamos, un horror.
La vida, el arte y la creatividad van juntos,…… digo yo. Y podríamos decir, también, que, filosóficamente hablando, la muerte súbita es la solución cuántica a una vida extrema. Según esto, el arte sería la representación material de lo cuántico en nuestras vidas. Y lo cuántico, aportaría realidad al amor por todo aquello que nos rodea, se encuentre donde se encuentre. Pues bien, aún así, y a diario, experimentamos que ese elemento «cíclico, aniquilador e irracional» del ADN de todo bicho viviente, al no ser consciente, determina siempre el final de éste, sin remedio alguno. Lo chafa, sí. Lo despide. Lo transforma en polvo, paja y ondas hiperbólicas «yanostás».
No te preocupes, seguro que nos encontramos en otra vaina candonga. Entre tanto, nos quedamos con esta gran posibilidad de gozar creativamente de ese tiempo que nos fue regalado. Y que nos quiten lo bailao.
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