«Quiero el mundo y lo quiero tal cual». No sé exactamente quién dijo esta frase, pero es evidente que estuvo genial. Y yo digo, en pleno siglo XXI, desde mi aldea global (no en tono despectivo, claro) que quiero a mi ciudad pero mejorándola. De tal manera que ya está bien aquello de los «antitorrevieja», que olía en cierto modo a totalitarismo puro. Por cierto que esto me lo han copiado otros y lo vandiciendo por ahí a cajas destempladas. Está bien que así sea y está mucho mejor que se intente trabajar por mejorar nuestro entorno cotidiano, social, cultural, político y administrativo, es decir, la vida de todos los que vivimos y convivimos aquí, independientemente de su sexo, raza ya religión, vaya. Por eso es buenísimo y sanísimo que convivan cinco sensibilidades políticas en el Ayuntamiento y no una absoluta y cuasi divina, oye. Dicho esto, cabe indicar que nuestros gestores públicos han encontrado (dicho por técnicos de la Consellería) en el Conservatorio de Música (que ya va por un coste de 53 millones de euros) otra chapuza monumental, y nunca mejor dicho, porque es que no cabe ni un piano por las puertas. Y ahora caigo yo, cuando dijeron que sustituían el Conservatorio de Música para Discapacitados por un Auditorio para Congresos y posteriormente un destino Universitario. Disparate tras disparate. Y ahora, con año
nuevo, toca gestionar de nuevo todo ese «embolao», que no es flojo.
Salud y al toro.
Óscar A. Claramunt
¿Más ínfulas arquitectónicas?