Los Otros: «En muchas ocasiones la realidad supera la ficción»

Exclamación referida a un acontecimiento de nuestro entorno habitual que no alcanza a comprender nuestra lógica de pensamiento. Por desgracia, este dicho es reflejo de la cruda realidad.
Nuestra mente refleja historias que vemos más cerca de lo que queremos y que por pura comodidad decidimos obviar y archivar en el género de lo ficticio.
Lo que voy a relatar ha pasado hoy mismo, aquí, muy cerca de nosotros.
De todos es conocido, aunque no asimilado, que en Torrevieja hay gente que pasa auténtica necesidad y no me refiero al parado que no pudo hacer frente a la hipoteca, ni al que ha tenido que anular sus vacaciones o resignarse a no cambiar de coche, en fin a esta serie de lujos a los que nos hemos acostumbrado. Sí, y los llamo lujos porque la autentica necesidad es la que sufre una persona que no tiene nada. Ni casa, ni comida, ni nadie que le apoye. El caldo de cultivo ideal en el que los más poderosos justifican sus acciones, tratando de demostrar a los demás el afán en busca del orden y el progreso, bajo la manta de la xenofobia. Qué controversia.
Nosotros, que cuando vemos imágenes del último terremoto por la tele nos compadecemos y solidarizamos en la soledad del círculo más cercano, mostrando la impotencia de no poder hacer nada, como mucho colaborar con alguna de las campañas de apoyo,  siendo incapaces de ver la tragedia más cercana de los aislados en guetos donde el agua, la comida y las necesidades más básicas de la persona están tan ausentes como su dignidad.
Nosotros, los privilegiados, que con un mínimo esfuerzo podríamos erradicar el problema de origen, miramos hacia otro lado, castigándoles con nuestra indiferencia.
Me pregunto: ¿y la persona? Sí, nuestro semejante, que es de carne y hueso como nosotros, que sufre como nosotros, que pasa hambre y frío como nosotros, ¿qué pensará de nosotros? Seguramente no entenderá nada, sólo se preguntará: ¿por qué me ha tocado a mí? No tiene tiempo para el odio y el resentimiento, sólo le preocupa sobrevivir.
Sí, nosotros, que ejercemos la caridad dando consejos gratuitos e inútiles, juzgando a la persona por su aspecto o comportamiento, no nos damos cuenta de que si está sucia y huele mal es porque no tiene ducha ni jabón, de ropa y comida ni hablamos. Nos molesta que estén alcoholizados hasta la médula. Si nos pusiéramos en su lugar, seguramente comprenderíamos el porqué de estas actitudes y no los marginaríamos.
Los que defendemos la formación ética y moral de nuestros pequeños, demostrándoles día a día todo lo contrario de lo que predicamos.
Nosotros, que nos quejamos por todo, en su mayoría por cosas superfluas, opuestas a lo que significa la verdadera necesidad. De lo que se trata es de vender. Y luego… ¡criticamos a Judas!, que, aunque nos duela, fue mucho más legal, por lo menos reconoció su culpa y se suicidó, sus remordimientos le obligaron. Nuestros remordimientos se diluyen al instante entre el acomodo y la irresponsabilidad social.
La historia es muy breve, un hombre con una carrera universitaria, aprovechable para la sociedad, ha muerto en uno de los guetos que existen en Torrevieja, y ya van más de cinco en poco meses. ¿Se habrá suicidado? ¿Se habrá muerto de hambre? ¿Le haría falta asistencia médica? ¡Qué nos importa, si hemos sido sus propios verdugos! Por duro que parezca, murió bajo el manto de la incomprensión, cambiando su dignidad por vergüenza. Sólo quería trabajar y vivir dignamente. Se llamaba Alexander, tenía papeles y tarjeta sanitaria, era médico pediatra cuyo único delito fue intentar una vida mejor, lo que intentamos todos nosotros.
Luchemos para que esto no suceda más.

Margarita Suárez

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