La moralidad como teatro de costumbres

Jacinto Benevente

No hay aprendizaje más difícil que el de la ética, por tratarse precisamente de reflexionar sobre nosotros mismos, y sus orígenes empalman con el comenzar del proceso del ser humano como animal pensante, lo que debió llevarse a efecto a lo largo de los tiempos.
Siempre se ha comentado sobre algunas diferencias en énfasis entre la moralidad en el oriente y en el occidente, que se podrían resumir con valentía analizando los orígenes de la conciencia. Aquí, en el oeste, se recalcaría sobre todo la moral más bien desde la reflexión sobre uno mismo, como en el axioma: «Haz con los demás lo que quisieras que te hagan a ti», que se transformará desde la perspectiva oriental en un orden inverso, evitando todo resto de egocentrismo: «No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan a ti», pensando siempre más en los demás que en nosotros mismos. Y, de este tipo de reflexión, se formará la base de los axiomas más antiguos, los cuales, según Plutarco, demarcarán los gérmenes de la moral.
Son curiosas las observaciones de nuestro dramaturgo Jacinto Benevente (1866-1964) en sus obras, mayormente en «Los intereses creados», donde, superando el puro formalismo de la farsa, se adentraría en el análisis de las fuentes de las costumbres. En efecto, el escritor recalcaba el doble efecto que existe entre los que encarnan los valores humanos y los que los denigran, como ocurre en la vida misma, resultando casi contradictorio que aprendamos más fácilmente de los malos a no cometer sus errores que de los buenos, según aquella observación de que «serán normalmente los peores personajes de mi teatro», decía el dramaturgo, «quienes mejor expresan la verdad», como si fueran los escollos los que nos avisen para no naufragar junto a las costas. Y otro dramaturgo, esta vez italiano, Luigi Pirandello (1867-1936), observaba que el comportamiento del ser humano era el reflejo de lo que experimentamos en la interacción de los unos con los otros, es decir, «cuando la conciencia tiene que elegir entre lo que sea bueno o malo, pues ella en sí no sería más que «los demás dentro de nosotros mismos»».
Para llegar al centro mismo del proceso, que parece ser lo que más falla en nuestra época de crisis, sobre temas morales, probablemente se explicaría por qué insistimos más en los temas de supervivencia que en caer en la cuenta de que sólo a través de la la reflexión conseguiremos que no tengamos que condenarnos los unos a los otros por lo que hacemos, «sin tener que mentirnos a nosotros mismos», diría Jacinto Benavente; por eso habrá que volver a los valores de siempre, que son la base del comportamiento humano.

HECHOS Y DICHOS
Es menos inmoral matar a alguien involuntariamente que engañarle sobre lo Bueno y lo Justo. Sócrates

LA ÉTICA COMO SÍMBOLO
La ética nos engancha con su ritmo, como la danza, para que adoptemos el fluir del comportamiento con el que siempre nos identificaremos.

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