Ladronas de amores (II)

En el momento en que estaba más deprimido por la indiferencia de los suyos, ella le comunicó que estaba en estado, y toda su atención se concentró en el nuevo ser que estaba en camino. Cuando nació su hija, Rosarito, se enteró su familia a los 15 días. Ya para entonces estaba el hijo escamado y dolido con sus padres que, ignorantes del nacimiento, se presentaron un día a verlos, siendo recibidos con cajas destempladas, no permitiendo que tocaran ni besaran a la nieta. Tiempo después, nació su hijo Carlos Alberto. Años después, al marido le dio un ataque al corazón y tuvieron que ponerle tres válvulas, estando en los umbrales de la muerte. Noche y día estuvieron los padres en la sala de espera sin que la arisca y acaparadora nuera les permitiera pasar a ver al hijo que estaba tan grave, pero sí consintió que entraran sus primas y las comadres del pueblo, que venían a cotillear, sin importarles si su marido se moría o se curaba. De un modo artero e insidioso, consiguió la «tiparraca» romper con una familia de ocho hermanos, cuñadas y sobrinos, malmetiendo y diciéndoles que si fulanita había dicho esto de ti, y a la otra lo contrario. Cuando se quedó viuda, apenas sí acudió ninguno a las exequias, pues decían; ¿Para qué vamos a ir si el que nos interesa ya ha muerto? Con esa fecha, 19 de mayo, le hicieron la cruz, como al diablo, y, al día de hoy, ya vieja, está más sola que la una, porque su hija se fue a vivir a otro pueblo y el hijo a Madrid. Es ahora cuando se da cuenta del mal que ha hecho y de lo que su marido sufrió por culpa de las mentiras y chanchullos. No sé cómo actúa la esposa de Jesulín, pero ese «tufillo» de echar al suegro, el cuñado, la cuñada y la suegra de «Ambiciones» me resulta familiar. Ahora, que cada uno saque sus conclusiones. Sólo digo… ¡Que Dios está  en el Cielo y que nos dará a cada uno lo que nos merezcamos y… ella tiene dos hijos!

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