¿Dónde estás, corazón? … ¿dónde voy a estar? ¡En «La Noria»!

Tal cual, está pasando, se lo cuento. Todos estos programas que se han pasado el año con una diarrea continua, cargándose la ética que debe tener un programa que se llama de información, aunque sea del corazón; en los primeros programas del año, están haciendo lo que se esperaba de ellos, que es «limpiarse el trasero», con el mismo papel que estuvieron usando durante 365 días. Y han tirado de archivo para recordarnos las grandes gestas que sus ponichinelas hacían en el estudio, ejercitando el «pim pam pum» con todo bicho viviente que, por un puñado de euros, se dejara ridiculizar. En estos días, nos han recordado, con un verdadero sentimiento de vergüenza ajena, las dos entrevistas de Junior (el «viudísimo»), donde, en la primera, se hartó de lloriquear como una plañidera, y a los dos meses, más fresco que una rosa, presumía de haberse cepillado a una bailarina filipina. Vimos repetir entrevistas tan docentes como las del «clan de ambiciones», encabezado por la matrona, Carmen Janeiro, y una hermana que tiene más fea que Picio, todo ello aderezado con llamadas de la Esteban, su madre, el primo, etc. Se regodearon de nuevo con las lágrimas de un Falete de pandereta, despechado por un chulo del tres al cuarto que fingió un secuestro por unos supuestos fans del Fary.
Nos han recordado de nuevo a la histriónica Violeta Santander, la maltratada que, como una Juana la Loca del siglo XXI, pierde los papeles y la vergüenza por el amor del hijo de un señorito millonario, que es un verdadero muestrario de adicciones.
Éste y no otro es el Espejo Público en que nos queda mirarnos, al parecer, durante otro año, sin que se digne tirar de la cadena, pues lo de los buitres carroñeros de esa prensa de las asaduras, no lo arregla ni Ana Rosa con su programa… pero siempre estaré con ustedes para decirles que… sé lo que hicieron la última semana.

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