Los fuertes vientos que hemos tenido, en toda España, hicieron en Torrevieja destrozos importantes. Palmeras caídas, vallas dobladas, torres del tendido eléctrico por los suelos, con los consiguientes problemas de abastecimiento de electricidad en diferentes puntos de la ciudad… fueron los resultados de un sábado de vientos huracanados, que en el resto de la península dejaron también, desgraciadamente, varios muertos.
Pero, como siempre, tras la tempestad llega la calma y queda un clima precioso y despejado.
Así, parece ser que algunas veces los temporales, como las crisis, vienen para renovar el ambiente y que se remuevan con fuerza hasta las raíces más profundas de las cosas, para que así puedan brotar más sanas y saludables, al arrastrar la tempestad tras de sí las impurezas, llevándose las brozas inútiles, las hierbas secas estancadas, los postes mal instalados y hasta las palmeras falsamente enraizadas; con el fin de que resurja un panorama límpido y creativo, que dé paso a un clima más puro y agradable, en el que pueda desarrollar una labor más clara y transparente todo aquel que valga realmente para ello, no por imperativo, ni causas ocultas e inconfesables.
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