El silencio es oro y la palabra plata

Mark Twain

Hoy se me ha ocurrido escribir esta crónica sobre el silencio, pues esta misma mañana, cuando atravesaba una calle transversal de Torrevieja, un mensajero con altavoz rompía la tranquilidad de los muros de los edificios con el eco de sus gritos, anunciando qué sé yo qué servicios en estos tiempos de crisis en que conforta más el asirse a lo que ya se conoce o se tiene.
Los proverbios se multiplican casi «ad infinitum» sobre las valoraciones que todas las culturas han dado al callar frente a expresarse con vocablos como hacen normalmente los animales, a pesar de que la palabra significativa sea la actividad más común entre los seres humanos. Abundan ciertamente las apologías del buen hablar, si bien resulta más difícil el manejo del silencio, pues requiere mayor concentración por el peligro de que los vocablos se conviertan en puñales que atraviesen al que los use por falta de control, pensaba Mark Twain, pseudónimo de Samuel Langhorne Clemens (1835-1910), quien hizo un afilado análisis del comportamiento humano a través de relatos y novelas en que el uso de la palabra y su silencio se complementaban el uno al otro, como si fuera en ocasiones tan peligroso el hablar como el no hacerlo. Su más célebre novela, «Tom Sawyer», comienza con un apóstrofe sobre mutismo: «Tom, silencio, Tom, silencio», imponiéndole el control para que lo dicho llegara a ser tan efectivo como su silencio, sobre todo en casos de peligro, pensaba Mark Twain, que tuvo que pasar por tiempos parecidos a los nuestros de ahora.
Es siempre mejor callarse, dictaminaba Alfred de Vigny (1797-1863), hijo de una familia noble venida a menos, pues «todo lo demás zozobra, aunque resulte siempre más difícil manejarlo que enunciar vocablos significativos», y cito a otro pensador francés, G. Clemenceau (1841-1929), célebre por sus dictámenes contra la guerra, para quien el silencio resultaba siempre más efectivo para resolver entuertos. También Séneca fue un apologista de mantenerlo y el ser taciturno sería para él como engañarse uno mismo para poder resolver problemas. Si suspendiéramos de improviso el «tic tac» del teclado, confirmaríamos la apología del silencio, cuando las imágenes que nos inundan sobre las crueldades de la guerra en Oriente Medio, en que hablan más los rostros destrozados que las crónicas periodísticas, surgieren sin duda que la palabra y el silencio se complementan a veces hasta formar una unidad de criterio. Muchas de estas crónicas que han ido apareciendo durante los años 2003-2009 en esta sección pueden leerse de nuevo por Internet apelando a que la reflexión sea lo que justifique su uso o su silencio. Consúltese www.obrajonoria.wesped.es.

HECHOS Y DICHOS
El silencio es una de las formas del infinito.  Honoré de Balzac

PROVERBIO ÁRABE
Si lo que vas a decir es más bello que callarte, aún así no lo digas.

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