La mosca de la tele es esa cosa estática, pequeña y persistente -¡más de la cuenta!- que identifica a los canales y ponen en cualquier esquina, y ayuda cuando cambiamos de canal, cosa que con el mando a distancia se ha convertido en un deporte nacional -en inglés le llaman «zapping», yo le llamo «no veo «na» que me guste»-. Pero la «mosca» se convierte en «mosca cojonera» cuando, aprovechándose de su perenne presencia, se hace un uso de ella publicitario y mercantilista, convirtiéndola en un continuo ir y venir de cosas que no tienen nada que ver. Que llega el día del sida, pues nos ponen la mosca y el lazo rojo. Que se muere alguien, pues lazo negro. Que van a estrenar una peli, lo mismo te sale un tío en una esquina con un látigo repartiendo «estopa» a todo lo que se mueve, culos de los que salen en imagen incluidos. El colmo del emperramiento tontuno y lepidóptero es cuando Madrid aspiraba a quedarse con los Olímpicos Juegos, pues han llevado quince días con la manecita de colores de «Madrid 2016», dando por el saco. Joer, que te pones a ver un programa y te pasas la mitad del tiempo observando la cojonerísima mosca moviéndose de un lado para otro. Y ya no se conforman con dejarlas quietecitas, van y las animan. ¿A quién no le ha pasado que está viendo un programa interesante y, de pronto, le aparece en un ángulo de la pantalla una imagen impresa que no para de moverse, y le dice «sin tetas no hay paraíso», y sobre las letras un montón de gente que se mueve y vacila delante del espectador? Quizá algunos no hayáis puesto atención a lo que os cuento, pero es que me da la risa floja ver lo sibilinos que son estos expertos comerciales publicitarios de las televisiones para, mientras vemos algo de interés, colarnos sin aviso y con la epidural lo que a ellos les sale sus santísimas criadillas.
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