El London de las historias de Charles Dickens ha cambiado muy poco

Los periodos de la Historia, según algunos, se repiten periódicamente, por lo que cobra sentido que nos acordemos de quienes motivaron cualquier cambio en el pasado, aunque sus enseñanzas suelan diluirse con el paso del tiempo.
Durante el presente año 2012, y a partir de la celebración del bicentenario del nacimiento del escritor británico Charles Dickens (1812-1870) el 7 de febrero en el Poet’s Corner de la abadía de Westminster, va aumentando su memoria a nivel mundial, pues se están leyendo en voz alta todas sus obras en el original o en traducciones en los países de los cinco continentes. Dickens nació un día brumoso en la isla de Portland, Portsmouth. Maestro genial del género narrativo, nos dejo un legado de recuerdos de su época observando minuciosamente las costumbres y las contradicciones de aquellos tiempos con un sentimiento trágico que le acerca aún más a nuestra era que a las épocas de las vacas gordas, pues fue en aquellos años el genio británico que supo analizarse fríamente a sí mismo y a su país en momentos de cambio.
Vale citar dos de sus obras, «Oliver Twist» (1838) y «David Copperfield» (1849), donde describe sus experiencias e ilusiones en forma de relatos. Describiría en el primero sus memorias de pequeño, perdiéndose entre los sonidos, las luces y la tenebrosidad de un London en declive que hará inolvidables infinidad de películas, libros de texto, incluyendo comics, haciéndolo resucitar del olvido. David Copperfield iría aún más lejos introduciéndose en el mundo ilusionista de la magia y del terror. Llamaba el escritor a London su linterna mágica, pues le gustaba perderse por la noche en el laberinto de sus calles cuando no podía conciliar el sueño, y sus recuerdos humorísticos de la luz de las farolas decimonónicas nos rememoran la obra de otro genio londinense, Charly Chaplin, que nos hiciera reír con sus imágenes de «Limelights» o entreluces en las que se movía el «tramp» o vagabundo en sus films inolvidables. Nunca se sintieron románticos ninguno de los dos Charlies, sino fríos observadores de épocas en declive. Varias veces, durante mi tiempo libre en la capital británica, me dediqué a seguir sus pasos, sin atreverme a llevar su linterna mágica en el oscurecer tras leer uno de sus libros o ver adaptaciones en la televisión, sorprendiéndome de que todavía se les podía imaginar a ambos en los recortes de los chaflanes de las esquinas, en las tiendas de chucherías, ahora de recuerdos, o en algunos edificios de madera que han resistido el paso del tiempo y la codicia de los especuladores. Lo más curioso es que todavía persiste aquel mundo con sus monumentos, calles y con su propio lenguaje, el Cockney Rhyming Slang del East End londinense, una jerga que parece desafiar el paso del tiempo.
Pero dentro de las celebraciones que van a tener lugar a lo largo de este centenario del nacimiento de Charles Dickens, vale la pena citar al Dean de Westminster señalando a la tumba del escritor comprometido siempre con la justicia: «Este bicentenario debería ayudarnos a mantener nuestro compromiso con las grandes desigualdades de nuestros días».

HECHOS Y DICHOS
Hay cuerdas en el corazón humano que sería mejor no hacerlas vibrar. Charles Dickens

ANÓNIMO
La insensibilidad con los demás es una enfermedad del alma

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