El circo ibérico

Víctor Ferrández Esteve
Licenciado en Ciencias Políticas y militante de Izquierda Unida

A partir de ahora, los empresarios nos pueden despedir sin indemnización tras un año en pruebas, en el mundo se nos conoce por maltratar y detener menores, los torrevejenses vemos cómo nuestros concejales ganan 1.100 euros la hora (sí, 1.100) y los jueces de prestigio internacional en la lucha a favor de los derechos humanos son condenados.
Es sólo un muestrario de la cantidad de barbaridades que hemos visto en menos de diez días y, a riesgo de parecer premonitorio, creo que no van a ser las últimas locuras en nuestro país. En este punto, entiendo locura como aquello que es contrario a lo razonable.
Y es que, en mi opinión, lo razonable sería que un trabajador cobrase un sueldo mínimo de 1.100 euros al mes con todas las garantías laborales, que la policía detuviera a los ladrones y especuladores financieros por atentar contra el interés general para reinvertir los incontables millones robados en crear empleo, que un concejal no ganara 18 euros al minuto, sino un sueldo justo con su trabajo como todo el mundo y que a los jueces de prestigio internacional se les dejara trabajar.
Sin embargo, en nuestro país no gobierna la razón, sino la locura, pero claro, me parece lo más normal cuando el director de orquesta lo único que pretende es crear un escenario de fantasía, lleno majestuosas actuaciones de trapecistas, payasos e ilusionistas que buscan crear en el espectador cualquier cosa, menos una construcción lógica de la realidad que está viviendo.
Pues bien, el director de orquesta es el especulador financiero, el escenario la dictadura de los mercados mal llamada democracia y los actores los que nunca gobernarán para nosotros, los que nos detienen por ejercer o reivindicar nuestros derechos más básicos y los que, desde o con la utilización de los medios de masas, nos distraen para que no nos preguntemos demasiado. Esta es la realidad sin maquillaje.
Pero lo peor es que, si permitimos que este espectáculo circense se prolongue indefinidamente, corremos el riesgo de desarrollar efectos secundarios nocivos para las personas y las sociedades, como, por ejemplo, que de una situación de desempleo se pase a la desesperación, que a los niños les crezcan capas de mantas en vez de piel para protegerse del frío en los colegios o que las camas de los hospitales públicos queden para el uso y disfrute de la nada porque estarán cerradas.
La realidad es que hasta que no dejemos de observar el espectáculo y nos convirtamos en actores participativos, el guión no va a cambiar. Está en nuestras manos, yo he decidido actuar para cambiarlo, entre todos podemos reescribir el guión para cerrar este circo y abrir nuestro propio escenario, el de todos y todas, donde lo primero sea la satisfacción de las necesidades mínimas y de los derechos universales de la mayoría social. ¿Y tú qué decides? ¡¡Actúa!!

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