Editorial 475

Es tan desolador el panorama al que estamos llegando a nivel nacional, que casi no apetece estar informado. Cada vez nos imponen más y más recortes en todos los servicios, acompañados de subidas continuas de impuestos y tasas. Es como retroceder en el tiempo a gran velocidad. Todos los beneficios sociales adquiridos, que costó tanto conseguir, con años de luchas y reivindicaciones, están siendo fulminados sin reparos, con la excusa de que no hay otra solución, o «es lo que manda Europa». Pero lo peor es que todo eso no está sirviendo de nada. Siguen subiendo el paro y los precios. En resumen, todo está peor cada día. Claro que ahora que han neutralizado de nuevo a la televisión pública nacional, igual empezamos a recibir «buenas noticias», como sucede por aquí, y nos cuentan lo bueno que es el clima por la zona y las fantásticas fiestas que tienen lugar.

Lo cierto es que ha quedado claro -por si alguien aún lo dudaba- que no es lo mismo gobernar que hacer oposición, y todos aquellos que esperaban que con cambiar el gobierno todo iría mejor, porque les habían hecho creer que todo era culpa de un señor, están viendo -por fin- que no era así; que aquellas promesas que se hacían se están imcumpliendo todas; que se están tomando medidas muy duras para los ciudadanos y que los políticos están perdiendo toda su credibilidad.

Lo único que hemos ganado es algo de tranquilidad, ya que se dan todas las malas noticias con calma. No hay tanta crispación como antes. La oposición no se dedica a insultar al gobierno, poniéndoles incluso apodos soeces, con desprecios y culpando de todos los males de la humanidad al presidente. Y aquellos medios que también apoyaban, caldeando el panorama, ahora asumen que es que todo está muy mal. Viva la diferencia.

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