La fe que necesitamos

Espléndido primer día de mayo, Fiesta del trabajo. Gozando de una mañana soleada, y agradeciendo las suaves rachas de  brisa que del mar subían por Concepción arriba  para acariciar a nuestra Parroquia. Brisas de este mar Mediterráneo que te inundan los sentidos si te acercas, pues a pocos metros lo tenemos. Algas, sol y sal y yodo, oxígeno puro, que nos da vida con esa fuerza inusitada de la naturaleza, inmensidad y grandiosidad de lo creado y que debemos admirar y respetar para disfrute nuestro.

También en la liturgia de hoy, tienela Iglesiasus momentos de oración para ese mundo del trabajo, claro que sí. Y aunque no se lo crean algunos, se acuerda… ¡de los sindicatos y empresarios! En aras de que ese mundo no sea despiadado y conflictivo, pues ha sido siempre para ella el salario justo la condición imprescindible para que la vida del hombre discurra a cuestas con su plena dignidad. Y como la palabra en la liturgia es diversa e importa mucho, se nos ha recordado en el Evangelio la falta de fe de muchos. En aquellos tiempos, por ejemplo, el asombro de las gentes y de los doctos también, con sus filacterias, cuando escuchaban a Jesús las cosas que decía en aquel imponente templo de Jerusalén siendo “el hijo del carpintero”. Si aquellos siguen esperando a su Mesías, nosotros sin embargo tenemos que reafirmarnos minuto a minuto en que ese Jesús, nuestro Cristo, es de alguna manera el sacramento primero y principal, imagen del Dios invisible, que lo envió en sacrificio para establecer con el género humano una Alianza ya definitiva y eterna.

Y porque al igual que entonces es el misterio de la fe el que ha de impregnarnos, y en los tiempos que corren se nos torna huidiza, el Papa ha convocado el Año dela Fepara el próximo 11 de octubre cuando se cumplirán cincuenta años del comienzo del Vaticano II. Y propone terminar de descubrir lo que significó, apartando la idea de las dos corrientes doctrinales enfrentadas en su momento, cuando de lo que se trata es de renovar si preciso fuere, la continuidad y desarrollo del camino de este Pueblo de Dios. Y ojo, porque también incidirá en que la fe de nuestra Iglesia deberá ir acompañada de la caridad sin la cual no daría el fruto del ciento por uno, y para que aparte del hombre del deseo de tener y poseer para reinventarse una felicidad que no será nunca completa en la ausencia de Dios. Es importante recuperar a las generaciones que van llegando poco preparadas y henchidas de relativismo, para que comprendan que la ciencia no está reñida con la fe, que el hombre, según Rahner “es el interlocutor único de Dios, que su relación viviente e inmediata con Dios siempre ha existido” y que en fin “esa relación es una necesidad constitutiva y existencial del hombre que-es verdad- puede ser negada, pero no destruida”.

Formidable reflexión, según he citado, de Karl Rahner, uno de los teólogos cristianos más importantes de nuestro siglo.

 

JortizrochE

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