La depresión (II)

…el ser que ha permitido que naciera cuando hay tantos niños que son abortados, nacen con taras o fallecen de inanición en los países tercermundistas! Las cosas no pasan por azar, son faenas que el destino nos depara. Así iba yo paseando y, al pasar por la puerta de una herboristería, entré a comprar algo para los nervios. Mientras la señora me explicaba lo que era conveniente tomar, me fijé en la imagen de una Virgen preciosa con su pelo largo y manto tipo esclavina. Pregunté quién era. «¡Es la Virgen del Escorial», me dijo, «ésa que se aparece en un olivo a la señora Amparo. Está en una dehesa de toros bravos y el abrevadero mana junto al árbol, dicen que es milagroso beberla, que está bendecida por la santa». «No he oído nada de eso», respondí, «pero quizá si fuese allí, la Virgen me quitaría esta depresión de caballo que tengo». «Si vas con fe, seguro. Sea la Virgen que sea o se llame como se llame, no olvides que es la madre de Dios». Mi marido me llevó allí el día de asueto. A mí me dan pánico los toros y, ¡qué cosa o qué fe me llevaron al lugar que merodeaban los astados a los que ni tuve en cuenta! Al llegar al sitio, sentí un estremecimiento que se me erizó el cabello y le dije a mi esposo: «Descálzate que estamos en lugar sagrado». Yo hice lo mismo, apoyé la frente en el rugoso tronco y noté cómo poco a poco me relajaba, según pedía ayuda divina, luego me mojé con el agua y llené una botella. Siempre tengo de ese líquido bendito que me traen mis amigas o familiares y jamás he vuelto a tener otro episodio depresivo.

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