¿Con cuál me quedo? (I)

Del cielo caían, como pétalos deshojados de las rosas, un ramillete de bombas, que los aviones lanzaban sobre Madrid. Caridad corría despavorida, mezclada con la multitud, hacia los refugios; llevaba bien sujetas de las manitas a sus gemelas, Teresa y Candelas, de apenas dos añitos, que no podían seguir el ritmo de los mayores. La madre, en un gesto para aligerar el trayecto, tomó a Candelas en brazos: en ese intervalo de volver hacia la otra, ésta habia desaparecido entre el bullicio, gritos y ruido de sirenas de alarma. Caridad creyó enloquecer y olvidando el peligro que corría estando en la calle, dejó a Candelas en brazos de una vecina que se emparejó con ella para buscar a la pequeña. ¡Todo inútil! Los proyectiles caían junto a ella, como fieras rabiosas, mas la angustia de una madre desesperada le impedía ver otra cosa que el afán de encontrar a su hija. Corrió, vociferó, preguntó…; Parecía que se la había tragado la tierra. Cuando cesó el bombardeo, dejando sus mellas en edificios y empedrado, Caridad buscó y en días sucesivos a Teresa por los barrios, ruinas, fondas y posadas, pero ¡nada! El tiempo fue pasando y mitigando su lacerante dolor; en su sufrimiento, esa madre llegó a pensar que su otra hija, la desaparecida, era un invento de su mente trastornada por la guerra. De todas formas, le contó a Candelas cosas de su hermanita, mostrándole una foto descolorida en la que aparecían las dos con trajecitos iguales y un gorrito de lana. Aparte, en un periódico que le mostraron en el Comité, se veía a una señora, agachada, con Teresa tomada de la mano, pero no se le veía el rostro y nadie pudo averiguar quién era.

Continuará…

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